miércoles, 30 de julio de 2014

VIAJAR ES UN PLACER. ASTURIAS Y CANTABRIA VIII. SANTANDER Y CASTRO URDIALES Y SANTANDER

Todo en la vida tiene su fin, todo viaje tiene su ocaso.
Literariamente llegar a Santander fue pasar de Clarín a Pereda. Nunca me gustó ese escritor y sus libros me parecían incomibles. Me gustaba de Clarín sus cuentos cortos, una obra de arte, La Regenta. De Palacio Valdés La Hermana San Sulpicio. Pero Pereda y yo somos incompatibles. Sotileza y Peñas Arriba han estado por mi mano, pero me aburrían. El cielo encapotado en la avenida Pereda me pareció una burla del destino.
Así que a la mañana siguiente nos fuimos a Castro Urdiales. Puerto, castillo e iglesia. Coqueto y más propio del país vasco que de Cantabria. Unas palomas picoteaban en una mesa y yo me acordé de Rafael Amor cuando decía aquello de unas cuantas palomas picotean el crepúsculo.
El crepúsculo llegó pero esta vez en el Santander más bonito, el Santander del Sardinero. Comimos, dormimos algo y nos fuimos.
Ocho noches. Ocho días. Ocho montajes. Y aún así no es super ocho.

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