domingo, 27 de enero de 2013

SALVA, precisamente hoy.

Precisamente hoy. Hoy estaba recordando carnavales de años anteriores y me encontré con los cubanitos, y una de las cuartetas decía.
Ay Salvador, Salvador, que pedazo profesor. 
Explica la mar de bien, y la montaña también.
El mejor profesor eres tú y cuando digo yo eso
me sale a mi muy de dentro, que te quiero Salvador.

Y es que sus alumnos lo querían. He trabajado con él casi catorce años y en todos los fregaos se metía. Quería a los niños como si fueran sus hijos. Era presidente de derechos humanos y gran batallador de todas las causas donde las personas salieran mal paradas.
Recuerdo que llegó al colegio de alguna plaza suprimida y el imbécil de turno lo recibió diciendo que era una injusticia que él llegara allí. A los carcas del cole no les gustaba tu presencia.
Y sin embargo tú ibas a tu trabajo y a tus niños.  A nadie le quitabas la sonrisa y con tu fama de rojo en un colegio tan azul atrapaste a madres, padres e hijos. Con diálogo, con dulzura, con la otra mejilla. Este es el homenaje que le hice hace año y medio en su despedida del colegio. Su familia era muy longeva y yo estaba seguro que él también lo sería. Me equivoqué.
Ay Salvador, que peazo profesor.
Hoy más que nunca se cumple que la vida no vale nada. No hacías ni dos años que te habías jubilado porque hasta los 65 quisiste estar donde mejor estabas: con los niños.
Hoy creo que se equivocan los que piensan que te podías haber jubilado antes para disfrutar más. Tú disfrutabas en clase. 
Hemos hecho muchas cosas juntos en Escuela: Espacio de Paz y actividades con tus niños.
Hoy me acuerdo de ti y de esa vida que no vale nada sino es para perecer porque otros puedan tener lo que uno disfruta y ama.
Los dos últimos años no han sido fáciles pero estabas preparado para todo como me decías. Eras un ejemplo para los que llegaban por esa energía que no has perdido nunca. Allá donde estés, un abrazo, camarada.