Con la boca abierta, con la boca abierta llego mi primo de Nueva York. Bueno, los atontaos van bastante con la boca abierta. Pero él, además, estaba como alucinado. ¡Menudo añito me ha pegao enseñándome las fotos!¡Que si taime escuare, que si centra el park. La leche, ni que aqui no tuviéramos parques!
Y edificios altos no son pá que vaya tanta gente. Que si en el pueblo hubiéramos querios hubieramos puesto las casas unas encima de otras y santas pascuas.
Que si lo bien que se lo pasaron los niños. ¡Los niños se lo pasan bien en cualquier sitio hombre!. Les cierras los ojos y te los llevas a una piscina de Málaga y allí felices. ¡Que habián visto la tienda de la enevea! ¿Y a mi que?
Lo más asombroso que no paraba de repetí es que los albañiles trabajaban a 200 metros sin agarrarse. Eso en el pueblo no lo podemos de hacer porque somos muy agarraos porque la cosa está muy mala. Pero cuatro gachós subios a un andamio y levantando en una hora cuatro o cinco pisos de andamio ¿eso tiene algo que ve?
Me cuenta que en una mañana subían pisos y pisos pá dejarlo listo. Mi muje pone unas cortinitas y no limpia nunca los cristales. Yo no sé porque se asombró tanto.
Pues chico, impresionaico. Aquí nos da vértigo hasta ver el cuerpo de una moza y por eso les soltamos esos disparates. Allí no, pues ellos se lo pierden.
Y el puente ese de madison, bastante normalito. Juegan a hacer las cosas a lo grande y tienen a medio planeta sorprendidos. Luego lo meten en películas y se promocionan solos.
Bueno, y por un suponé que el puente sea hermoso. Pero ¿y lo malo que está el café en esos vasos largos de plástico que te venden en los escrables? Puafff, sin tostadas ni zurrapa.
Anda ya, primo. Tú sigue viajando. Que ya te darás cuenta que como tu casa no hay ná.
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