domingo, 12 de septiembre de 2010

Chaque jour une chanson. LABORDETA

Buscando noticias del cole me encuentro con José Antonio Labordeta recibiendo la medalla de Alfonso X pero en su casa y pienso ¡coño, tiene que estar fatal pa que vayan los ministros a su casa!
Efectivamente, me informo y veo que un cáncer de próstata lo tiene muy mal. Esta vida es una mierda.
Conozco a Labordeta desde hace muchos años porque en Jerez había una colonia de maños que no paraban de cantar arremojate la tripa que ya viene la caló.
Me encanta esa voz del polvo, niebla, viento y sol y me emociona acordándome de mi madre el siempre te recuerdo vieja.
Con pocos años estuve hablando con él en Barcelona en el festival ANDALÁ y después en Lanzarote se reía de mi y conmigo pensando que sabía de su vida cosas que ya ni él recordaba.
La mass media lo martirizó con el pais en la mochila o cruz y raya convirtiéndolo en un personaje de tbo. Pero es un gran tipo muy coherente y cuerdo.
Es como esos viejos héroes, que él mismo compuso

Para colmo tiene un sentido del humor socarrón y baturro. Así se explica.
MADRID.- Mi diagnóstico de cáncer de próstata fue muy gracioso, si se puede decir así. Tenía un dolor en el cuello persistente y mi médico de cabecera me mandó unos análisis rutinarios. Cuando fui a recoger los resultados, la enfermera, que era amiga mía, me preguntó si yo sabía algo del PSA. "Sí, el Partido Socialista de Aragón que fundé yo en el año 76".

No tardé en aprender el significado de las siglas del antígeno prostático específico (en inglés, Prostatic Specific Antigen). Primero pasé por las consultas de Urología y de ahí a los oncólogos del Hospital Miguel Servet de Zaragoza, que se han portado conmigo estupendamente en todo momento.

Cuando me detectaron el cáncer ya no había posibilidad de operar, así que mis dos tratamientos han sido la radioterapia y la quimioterapia. En la radioterapia tengo que decir que me lo pasé muy bien, porque la sala de espera solía estar muy animada. La quimio ha sido más dura, y no por la caída del pelo, porque como yo he sido calvo toda mi vida apenas lo he notado. Salgo sin pelo en todas las fotos de los recitales que he dado como cantautor y hasta en las de mi boda, así que supongo que por eso no me ha influido tanto esta cuestión estética.

Al principio era una quimioterapia mensual y luego un tratamiento semanal algo más suave. Uno de los ciclos me sentó tan mal que acabé ingresado en el hospital con una neumonía atípica que me dejó muy débil. Tan mal estaba que al regresar a mi casa del hospital me caí de rodillas y he estado varios meses sin poder moverme; lo que ha sido para mí casi tan malo como el propio cáncer.

Fue una estupidez, porque al llegar a casa me puse a organizar el desayuno y me fallaron las piernas con las dos manos ocupadas, así que no pude evitarlo. Pero la caída me ha obligado también a aprovechar todo este tiempo, y he podido acabar mi próximo libro para no estar mano sobre mano. Un amigo mío siempre me dice que yo cuento muchas historias que se perderán cuando me muera; así que en estos meses me he dedicado a recopilarlas, desde que era lector de español en el extranjero hasta mi diagnóstico.

Claro que al principio, cuando oyes la palabra cáncer, te quedas hecho polvo, pero creo que le ha afectado más a mi mujer. Yo he estado bastante animado desde el principio. Cuando por las noches no podía dormir, intentaba no deprimirme; al fin y al cabo me decía: "Tienes 74 años, el libro acabado, no se hunde el mundo".

Siempre digo que lo fundamental es tener ánimo; la medicina avanza a pasos agigantados y hay que tener esperanzas. No es lo mismo padecer una enfermedad rara que tener un cáncer de próstata. Al principio los médicos me recomendaron no consultar mi diagnóstico en internet, porque iba a leer muchas cosas y no todas las iba a comprender bien. A la única recomendación de algún conocido que he hecho caso es sobre las bondades del té verde.

Dicen que es un buen antioxidante natural, y como de un tiempo a esta parte he notado que la leche no me sienta tan bien como antes pues la he sustituido por el té. Además, ahora he recuperado el apetito. Al principio perdí las ganas de comer, y adelgacé de manera brutal, pero cuando me ingresaron en el hospital empecé a recuperar el gusto. Descubrí de repente que la comida del hospital estaba buenísima. Ya había estado otras veces allí, así que puede ser simplemente que hubiesen cambiado al cocinero desde mi última visita.

En el último análisis, el PSA ha bajado. Esperemos que siga así.