martes, 10 de febrero de 2015

SABOR AGRIDULCE

Me levanté temprano. Y después de la ducha emprecé la transformación. Era la metamorfosis de Kafka pero no tan acusado.
Me puse gomina para parecer más moreno y me repinté el bigote. Repasé las letras que íbamos a cantar y me vestí. Chaqueta y racimo de uva como si fuera algún presentador de alguna televisión que tuvo algún problema de uvas. 
El carnaval es crítica y ya el lunes me levanté deslenguado. Llamé al del carnaval y le dije que no había derecho que después de tanto trabajo nos hubieran preparado un rinconcito de un gran almacén, que aquello iba a ser una eme.
 Cejas profundas y un discurso agresivo:
"Muchas gracias al Corte Inglés por un espacio tan familiar y cercano, nunca mejor dicho. Si el roce hace el cariño, este San Valentín va a ser un éxito."
Luego un par de críticas a Canal Sur por querer hacer niños famosos o viejos emparejados. Y la obsesión del los niños que escuchan una canción dos millones de veces. 
Todo es carnaval. La crítica, los preliminares, las bromas. Lo malo es cuando el que lo valora no entiende nada y además mira  a tus niños como si fueran los culpables de no entender.
Estoy contento porque un año más la primera letra la hice yo y porque el curso lo hizo muy  bien, y Alejandro y Manu de diez. Pero me parece ricídulo que te aburran las ideas gentecilla que una vez salió en una agrupación, que no sabe escribir y que organiza en una cabina de teléfono un concurso. La organización de 0 para abajo. No es antideportividad, es rabia. 
Es rabia de ver muchas horas de trabajo convertidas en miradas que te acusan porque los niños están cansados de estar de pie y hablan o molestan. Estaban avisados, ese no era el espacio. Es rabia de ver como se te acaba la paciencia viendo a tanto inepto organizando lo que no sabe, valorando lo que no sabe, haciendo lo que no sabe. Así nos va.