domingo, 6 de julio de 2014

SEVILLA Y EL COLOR. EL TONO GRACIOSO CON BRILLO FRANCISCO O PACO.

Sevilla es una ciudad graciosa, mi arma.
Sevilla deslumbra de tanto color, tanto olor, tanto sonido y tanta gracia que le desborda.
Sevilla es la estridencia, la explosión de los sentidos.
Pero quiero expresarlo con tacto no vaya a parecer que el gusto no es mío.
He tenido el gusto de pasar dos días en Sevilla. Sus gentes, sus tiendas, su sol, su color. Mucho color pero tal vez tan brillante que hubiera preferido haberlo revelado en mate. Hablando de revelar, no es ningún secreto que los que no somos de Sevilla tenemos con la capital una relación como de coraje. Yo esta vez me la he dejado fuera y he ido a Sevilla  a sentirla con mis cinco sentidos.
Había una parte de la ciudad que desconocía: el barrio de la Macarena donde está el parlamento andaluz y unas murallas muy bonitas. Está la iglesia de la Macarena, es Sevilla en estado puro.
 Es esa Sevilla de un color espacial donde hasta la pobreza se viste con bata de lunares. Por allí está el hospital y ya sabes que en un hospital te encuentras de tó. 
Escándalo, Sevilla es un escándalo. En las tiendas, en los bares, en la calle. Hay bullicio de palabras. Todo el mundo habla aunque pocos escuchan. Ves que todos quieren contar la última gracia, la penúltima ocurrencia, esa gracia, ese ánge tan sevillano. Y en ese batiburrillo de sonidos encuentras solo ruido, mucho, mucho ruido. Los bares son inhóspitos, las congregaciones humanas en torno a los bares son un zumbido incesante. Por cada zona hay determinados bares y la gente toma la cañita en la calle. Y es que Sevilla no es la caña, está entre  la cañita y el bombazo del cañón. Entre esos dos extremos que no se quieren tocar.
Y es que Sevilla es una gran capital, enormes avenidas, tiendas por todos lados, gente guapa con parné. Pero en el fondo el España huele a pueblo de Benito Moreno se refiere especialmente a Sevilla. Sevilla huele a Adobo. Vas por Velázquez y Tetuán y huele a aceite. Son los mil olores exuberantes de una ciudad donde todo es color y olor. Una ciudad en un grito, dos gritos, tres gritos. 
Y entrando en la Macarena me acuerdo de Carlos Cano. Unos años que vivió en Sevilla por cosas de la vida pero que no soportó y volvió a su Graná. Yo me he imaginado su canción en blanco y negro, en tonos grises. Tal vez así me gustaría más Sevilla.

Paseando por el río me encontré unas imágenes en la sombra. Era una pintura en la pared de un árbol o de personas que estaban tomando algo. Así me gustaría a mi que se me insinuara Sevilla. Con matices grises, con paleta de colores menos llamativos. La España cañí es una Sevilla cani porque perdió su virguilla esa ñ que ya de por si nos diferencia bastante.
Aroma, sal, color, todo en su justa medida. Muchas veces las cosas, las ciudades, las personas, te gustan más por lo que te sugieren que por lo que son en realidad.