jueves, 17 de julio de 2014

FEDER DOCTOJECKILL RESTREGOFF Y EL ETERNO RETORNO AL ARCHIPIÉLAGO GULAG DE LA ESTEPA MOLINESA

Los elementos se organizaron para impedir a Miguel Strogofffff recuperar sus recuerdos.
Recuerdos vividos durante casi dos décadas. 
Décadas compuestas por tres quinquenios completos.  De cada parte de tu vida aprendes y en ese sutil aprendizaje a veces la vida se emplea con mano más gruesa y podemos decir aquello de que la vivencia con sangre entra.
 Más de diez años habían pasado desde la última vez que Miguel recorrió aquellos lugares y una sombra de melancolía circulaba por la calle principal de su alma. Era un atardecer eléctrico que no encendía, sin embargo, una nostalgia dichosa.
La hermosa estepa molinesa se rendía al crepúsculo y las sombras de las casas atravesaban cual símil semántico y romántico los sentimientos de Stregofffff. 
  Por fin Miguel se encontró con su pasado. Una magnífica casa de piedra en la plaza por donde los años habían dejado la firma gris del abandono. Diez años sin traspasar el umbral porque así lo quiso el destino y las malas artes de una vieja miserable y de una perturbada mental que carcomieron las entrañas de unas relaciones personales difíciles pero vitales. Porque todos, o casi todos,  entendían que envejecer era normal pero vivir a expensas del abuelo hasta que ya la vida lo destierra, lo entristece o enloquece, da igual el orden, es de mala persona por muchos golpes de pecho que se den una vez por semana. 
 Las plantas del patio, en otro tiempo tratadas con mimo y dedicación, presentaban un aspecto desolador. Era el mismo patio que dos décadas atrás habían dado momentos inolvidables de risas infantiles, de anécdotas, de chismorreo, de vida. La tristeza se apoderó definitivamente de la tarde y el sol sucumbió a la noche amarga de una vida con final trágico. Carece de sentido un proceso de vida arrancado violentamente por la enajenación mental de dos seres enfermos. Es la imagen de la hormiga que arrastra un pesado grano de arroz durante más de veinte metros para que, al final, el pie de un monstruo infantil le haga abandonar su bien.
 Aquella puerta para seguir recordando se opuso con mano firme a la memoria. La cerradura personificó el desencuentro y con hostilidad se mostró desafiante. Fue imposible abrirla. Algún malintencionado la había golpeado y la llave se quedó presa en su interior. Vanos intentos para entrar, otros cuantos para retirar la llave que prefirió romperse y quedarse con la punta dentro en un coito metálico y frío sin vaginesil ni tres en uno.

 La vida es lo que es. Grandes palacios con grandes señores son, con el tiempo, solares abandonados. La lucha diaria del mantenimiento es un sarcasmo ingrato. Miguel se dio media vuelta para volver por donde había venido, por unos veranos maravillosos donde la familia creció, jugó y vivió momentos muy gratos. A los abuelos que Dios los tenga en su gloria. Y a los personajillos que facilitaron la extorsión de la felicidad, en esta misma vida hallarán su descalabro.