jueves, 19 de marzo de 2015

UNA BAJADA A LOS INFIERNOS O LA PLANTA DE OBSERVACIÓN DE UN HOSPITAL POR FEDER DOCTOR JECKILL RESTREGOFF (6-11-2013)

(A MI PADRE, EL SER MÁS GENEROSO QUE CONOCÍ JAMÁS.
ESCRITO EL SEIS DE NOVIEMBRE DE 2013, DOCE DÍAS ANTES DE FALLECER Y JUSTO AL ENTRAR EN EL HOSPITAL DONDE DEBERÍAN VER QUE TRATAN CON PERSONAS)
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El día había sido de aupa. Desde las 7 que me levanté hasta las 3 sin parar un momento. A las 4 salía para una reunión que terminaba a las 8, pero ya a las 7 el teléfono complicó la tarde.
- Papá se ha caido y va para el hospital.
Papá, con 90 años menos veinticinco días, sabe que hay un lugar donde no da gusto entrar porque luego va a ser difícil salir: el hospital.
Fui a verla a ella y comprobar como estaba. Estaba mal, el cuerpo no le responde. Las piernas pesan como losa de mármol. El andador no anda.
Volví a casa y llamé a mis dos hermanos que estaban en el hospital.
- No podemos más, me dijeron. Uno porque la espalda le tiraba bocados y otro porque el estómago le daba dentelladas de cansancio y hambre.
Ante este panorama decidí sacar flaqueza de flaqueza y me encaminé al hospital. Eran las 11 de la noche. 
Al salir vi mi rostro reflejado en el espejo. Los ojos llamaban la atención porque estaban inyectados en sangre. Un círculo rojo recubrían mi iris celeste.
Cansado entré en urgencias. Mi padre estaba mal. Está mal desde hace cuatro años pero hoy estaba especialmente mal. Los ojos hundidos y un tono morado denotaban que la vida se escapaba por la córnea de su mirada lánguida.
A falta de camas, buena es Observación. Observación es una sala grande con 10 camas para hombres y otras tantas para mujeres. Eran unas 15 personas desatendidas por 7 enfermeras y enfermeros.
Esa sala era algo muy parecido al infierno. Mi padre, con la cabeza semi ida, se quejaba de mi madre porque había llamado a la ambulancia:
- ¡Hay que ver esa mujer lo que le gusta un médico! ¿Qué me van a hacer a mi?
De pronto se callaba o yo le regañaba. 
- ¡Curro calla! Qué son las doce  aquí hay muchas personas.
- Mi pobre hermana Josefa, que vida más dura. 
O al rato.
- Menos mal que no me casé con ninguna niña rica de Prado del Rey que no tenían más que 3 olivares.
Mientras, en la cama de al lado, Antonio intentaba desasirse de las ataduras que le habían puesto en manos y pies.
- AHHHH, gritaba. La mandíbula hundida por la enfermedad. La cara desfigurada. AHHHH y como podía y sin poder se quitaba el pijama
- ¡Enfermera suéltame! gritaba 
La enfermera no acudía. Dos de ellas estaban haciendo crochet. Vi y oi como personas de la parte de mujeres llamaban pero nadie acudía. Ya lo dicen el refrán "aunque a tu marido vayan a ahorcar no dejes la vuelta sin terminar" Yo creo que por ahí debía ir la cosa. Y si no es el marido que es un enfermo, y no lo van a ahorcar, sino que agoniza un poco, pues con más razón todavía.
Orgullosas se enseñaban el paño o la mierda que estuvieran haciendo pero allí no se levantaba nadie.
Sobre las cuatro, una de las enfermas de la sala de féminas sufrió un grave ataque, imagino que epiléctico. Allí se escuchaban gritos pero las del punto seguían con el punto del derecho y el punto del revés. Mi padre, con fiebre, me seguía hablando de la familia política y se ve que a mi padre no le gusta la política ni en familia. Que si mi abuela nunca lo quiso, que si mi abuelo no tenía más que trampas con un tabanco donde todo el mundo bebía pero nadie pagaba...
Sobre las cinco una abuela empezó a desvariar y a pedir cosas imposibles como que la sacaran de allí. Las enfermeras, fieles a su pasión, seguían dando las vueltas... al punto. Una de ellas, más gordita y coloquial, no hacía punto pero gastaba bromas y animaba el duro oficio de velar de noche a esa pobre gente que tiene el mal gusto de ponerse enferma.
A eso de las seis de la mañana una enfermera generosa ofreció galletas de chocolate a las compañeras del punto.
- A esto me apunto, dijo la más gordita pizpireta. Todas rieron la broma y pasaron una segunda ronda.
- ¿Puedo coger otra?
- Sí hija,  hasta que se acaben.
Lo que se acabó fue mi paciencia. A las ocho y media cogí mi maletín y me fui de allí con el pensamiento entretejido con agujas de crochet. No sabía yo que estuvieran aplicando acupuntura en los hospitales de la seguridad social.