martes, 23 de diciembre de 2014

EL ENTENDÍO Y ER CASIANO: CRÓNICA DE ENSAYO Y ERRÓ DEL DESVIVIR QUE SE ESTÁ CONVIRTIENDO ER VIVÍ EN LAS GRANDES CIUDADES.

Se ve que argo de mala concencia tenía mi primo que no sabía ocupao de mi en los tres úrtimos meses que ná más escribí yo lo deprimío que estaba se vino ar pueblo a recogé los regalos, el jamón y los lomos de la matanza que le tengo siempre preparao y de paso me invitó a ir a Sevilla con er Casiano. Yo me iba a negá pá que sufriera en sus cannes el desprecio del olvido, que mucho me quiere perrillo pero pan poquillo. Y además así se lo sorté ná más verlo:
- Tú mucho Pablo Ibáñez, mucho pa cá, mucho pá ya, pero yo aquí más solo que las tres menos cuarto.
Antes de dejarme darle más caña y sacar algún provecho más ya estaba allí er tonto der Casiano con la gorra de los domingos empujándome dentro del coche. Labía pedío er favó ar Juanjo de que le echara de comé a los guarros un día y er Juanjo con una botellica de aguardiente se deja comprá facirmente.
Lo mejó de tó es que vorví ar pueblo curao y con ganas de queré a mi pueblo. Lo que más me gustó de Sevilla fue vorvé. No me malentiendas, que está mú requetebonita y más decorá que tó, hasta un poquito cursi diría yo. Pero las ciudades san convertío en grandes aglomeraciones de la raza humana. Mareas de gente que marean, colas hasta pá mear. El primer drama fue aparcar, los parkings llenitos, las plazas ocupás, dos horas dando güertas. Por fin un sitio a las mil y gallo, amo, a conquistá Sevilla. ¿Conquistá? Gente por tós laos. ¿Tomamos un café? Sí, pero donde. La calle Sierpes de bote en bote, la pastelería la campana haciendo tilín a tanta gente no tenía sitio. Yo ya desfalleciito le dije a mi primo que me comprara manque sea un donu en una tienda. Mira, entramos en un Carrefú es tres y quedaba uno de cuando Franco lo mandaron a Canarias. Yo no quiero eso, le dije. Y así de mal humor nos fuimos. Tenía ganas de pipi, que la próstata no perdona, y los camameros superantipáticos. Cuando tienen  mucha gente se vé que están más quemaos que la pipa un indio y cambian la grasia por sevillana por la guasa sevillana. Hasta tres veces escuché a un muchacho pedí por favó donde estaba er baño. Mucha gente, mucha suciedá. Las calles horrorosas, mucho ruido. Un ruido de feria con sirenas, villancicos. Una ciuda con tó a lo grande. Por fin nos pudimos sentá en un bar pero el camarero tardó tres horas. Yo lo entiendo, que pá eso soy el Entendío, le pagan poco, tarde y mal. Tienen que aguantá a mucha gente, amargaos mientras otros se divierten. Igualito que en la peña que el Falito nos pone lo que queremos antes de sentarnos. Eso es lo bueno de que te conozca er camarero. Nos fuimos hacia la Girarda y por allí no se cabía, habían puesto en el ayuntamiento un ordenadó de pantalla gigante y era una historia de un dragón que quemaba tó aquello. Mú bonico sería pero yo no veía más que la boina der Casiano que se puso delante mía como un niño chico. Pasamos por la puerta de una discoteca donde la gente se supone que iba a pasárselo bien pero lo menos doscientos querían entrá y claro, allí estaban en la puerta pasando frío hasta que arguno quisiera irse. Tre o cuatromendo.
La verdá que comprendí que tengo mucha suerte de viví con la calidá que vivo en mi pueblo que tendrá menos cosas pero tocamos a más. Hay un bar y seis amigos pero lo disfrutamos. No hay villancico ni gente tocando por las calles pero ni farta que hace. Vorví como nuevo y aquí estoy otra vé, más felí que Ricardito.