jueves, 23 de enero de 2014

UN POQUITO DE POESÍA: INDIO JUAN

Cuando comencé esta tarde a montar el disco de Indio Juan me acordé de cuando fui  a Sevilla a un concierto de los Quilas y él era el narrador de la historia de Iquique. Además fue el salvador de aquella noche porque se agotaron las entradas y una navaja se coló en la cola. No encontré a mis amigos y fueron ellos los que contactaron con Indio Juan que les permitió entrar por la parte principal.
Hoy he recordado este disco del que me sabía muchos trozos completos. Merece la pena oirlo porque recita como nadie.

LOS SUBVERDES.
 Nosotros
los subdesarrollados
los subalimentados con ciertas hojas
y ciertas asperezas
los subamados
los subamantes
los subverdes, los subversivos
y subabúlicos habitantes
de esta tierra caliente, ritual
y tropical y metalífera
y ríos de agua y ríos de semen
para abrevar a ciertos turistas "inocentes",
que bailamos macumba
y son y tangosón y bóngoro
y a veces
nos suicidamos lentamente bailando,
que amamos de una manera ciertamente baja
con amantes y amados muertos
de crimen pasional, como se dice,
de hijos de indios, de hijos de españoles,
de hijos de negros, de hijos de italianos
de hijos nomás que somos todavía
y no para siempre hijos que debemos ser.

Nosotros, los subverdes
los perfectos amantes latinos,
hermosos como látigos,
pero que no servimos para el "executive man"
que nos planearon.

A veces uno muere enfermo de ternura
y sus huesos se agitan por el mundo
con sus escamas verdes
las llagas de los pies en el zapato,
entonces alguien dice: ese era de América
de América del Sur,
pero sucede: el fuego que el salvaje
ha encendido por el mundo
los ha vuelto cenizas, de repente.


EPIGRAMAS de Ernesto Cardenal
Al perderte yo a ti,
tú y yo hemos perdido:

yo, porque tú eras
lo que yo más amaba,

y tú, porque yo era
el que te amaba más.

Pero de nosotros dos,
tú pierdes más que yo:

porque yo podré
amar a otras
como te amaba a ti,

pero a ti nadie te amará.

CANTO ESCLAVO. Patricio Manns (LETRA CANCIONERO)
 
Mira mis manos, mi cara
curtida por tanto invierno:*
en cada arruga de piedra
yo llevo el nombre de un muerto.

Mira mi espalda quemada
por látigos carniceros:
en cada surco violeta
yo guardo el grito de un muerto.

Quechua fue mi padre, maya
fue el padre de mis abuelos:
desde México hasta Arauco**
hay un camino de muertos.

Mira mis manos, con ellas
arañé el oro sangriento:
son manos americanas,
garras teñidas de duelo.

Miles y miles de barcos
se van por el mar abierto.
El Siglo de Oro se eleva
con piedras de sufrimiento.

Soy el hijo de los hijos
de un esclavo de otro tiempo:
tal vez también cuando crezca
sea esclavo el hijo nuestro.

Ay amor, cómo han teñido
de sangre las cosas nuestras:
la tierra que nutre al pan,
la rosa que ahoga la estrella,***

el río de los barqueros,
el camino de la selva,
los tristes sueños del indio,
la paz del indio en su tierra.


YAMILA
Yamila,
te veo sonreír y me da miedo
tanta alegría limpia, tanta lluvia;
te veo transitar por mis palabras
cabalgando esta angustia de ser hombre.
¿Me reclamarás alguna vez, hija mía,
este mundo sin sol que yo te ofrezco?


Y así podríamos seguir... pero puedes seguir tú.
 

APRENDIENDO IDIOMAS CON CANCIONES....DE BRASSENS

 
Aprendí francés traduciendo canciones. Los primeros discos que cayeron en mi poder fueron de un tal Georges Brassens, concretamente el disco 2 de Les amoureux des bancs publics y el 11, Fernande. 
Las canciones de los primeros discos eran sencillas y de traducirlas me las aprendí de memoria. He comprado un disco pequeño y venían tres canciones que había traducido poco.
LE GRAN CHÊNE habla de un viejo roble con un tema de fondo: ser diferente y los problemas que te acarrea.

Vivía fuera de los caminos forestales,
No era para nada un árbol con carrera,
No había visto nunca la sombra de un leñador,
Este gran roble orgulloso sobre su tronco.

Hubiese conocido días dorados
Sin sus vecinos de al lado, gente de la peor calaña,
Cañas mal pensantes, y no precisamente de bambú,
Que se burlaban hasta sacarlo de sus casillas.

Desde la mañana hasta la noche, estos retoños,
Apenas cañas de pescar, apenas flautas de caña,
Girando alrededor de él cantaban, por lo extenso,
La historia del roble y la caña.

Y, aunque fuese de madera,  en los robles, es normal,
La fábula no lo dejaba indiferente.
Ocurrió que cansado de estar expuesto a las bromas,
Decidió exiliarse.

Con gran pena sacó sus grandes pies de su agujero
Y se marchó sin volver la cabeza para nada.
Pero, yo que lo conocí, yo sé que le dolía
Dejar la ingrata patria.

En los límites del bosque, el roble melancólico
Trabó amistad con dos enmorados.
“Gran roble, déjanos grabar en ti nuestros nombres...”
El gran roble no dijo que no.

Cuando hubieron agotado su gran saco de besos,
Cuando, de tanto besarse, sus bocas se cansaron,
Oyeron entonces, aguantando las lágrimas,
A la encina contar sus desgracias.

“Gran encina, vente a nuestra casa, tu encontrarás la paz,
nuestras cañas saben vivir y no tienen desfachatez,
tu tendrás en nuestros muros una agradable estancia,
regado cuatro veces al día.”

Dicho esto, los tres juntos se pusieron en camino,
Cada enamorado llevando una raiz en la mano.
¡Qué contento parecía! ¡Qué feliz parecía!
El roble entres sus enamorados.

Al pie de su cabaña, lo hicieron plantar.
Y fue entonces cuando comenzó a desengañarse
Pues, para regarlo, no hubo más que la lluvia,
Y los perros que levantaban la pata sobre él.

Cogieron todas sus bellotas para alimentar a los cerdos,
Con su bella corteza hicieron tapones,
Cada vez que se firmaba una sentencia de muerte,
Era a él a quien le tocaba el ahorcado.

Luego, esta mala gente, vándalos en toda regla,
Lo cortaron en cuatro para hacerse una cama,
Y como la horrible arpía tenía un montón de amantes,
Él envejeció prematuramente.

Un triste día, por fin, esta pareja sin escrúpulos
Lo pasó por el hacha y lo puso en el fuego.
Como madera de un caja, ¡amargo destino!
Pereció en la chimenea.

El cura de nuestro pueblo, santito menesteroso,
Duda que su humo se eleve hasta Dios.
¿Qué sabe él de esto, el bribón, y quién le ha dicho
que no hay robles en el paraíso?
¿que no hay robles en el paraíso?


Las canciones son más densas, más trabajadas.  Y en la otra cara LE FANTÔME
El fantasma
Estaba tembloroso, era inquietante,
Estaba vestido con un sábana blanca,
Presentaba todos los síntomas,
Todas las señales de una visión,
El aspecto espectral de una aparición,
En una palabara, ¡era un fantasma!

Por su forma de andar,
Por su forma de menear
Las caderas un poquito convexas,
Comprendí que me las tenía que ver
Con alguien del género que me gusta:
Con un fantasma del bello sexo.

“Soy una Pulgarcita perdida,
-me dijo ella, con una voz angustiada-,
un pobre fantasma extraviado.
¡No hay restos de los fuegos fatuos, (2)
No hay restos de los huesecillos
Con los que había señalado mi camino!

“Algunos poetas sin inspiración
habrán tomado ¡qué aberración!
Mis fuegos fatuos por estrellas.
Los pobres perros del comisario
Habrán roído ¡que lástima!
Mis huesecillos bien rellenos de tuétano.”

“Cuando el gallo cante por la mañana
¡vaya aspecto tendré con mi sábana
llena de arrugas y de costuras!
Y en este siglo profano en el que
La gente ya apenas cree en nosotros,
Van a gritar al impostor".

A mí, al que un gato perdido hace llorar,
Pensad cómo se me puso el corazón
Ante el problema del fantasma.
“Ven, -dije cogiendo su mano-,
que te muestre el camino,
que te conduzca a casa”.

La historia acabaría aquí,
Pero la brisa, y le doy por ello las gracias,
Levantó la sabana de mi acompañante...
¡Dios! Faltaban algunos huesos,
pero el resto, lejos de ser feo,
era de una gracia singular.

Mi Cupido, que en ese tiempo
Tenía la flecha fácil,
Dio en el blanco, y con fuego en el alma,
Invité, astutamente,
A la hermosa a venir un momento
A ver mis iconos, mis estampas...

“Querido, -dijo ella-, ¡está usted loco!
Tengo dos mil años más que usted...”
El tiempo, señora, ¡qué nos importa!
Echando mi brazo sobre el fantasma,
Bien envuelto en su sábana,
¡Me lo llevé para casa!

Y bien, señores, que se diga:
Estas bellas damas de antaño
Son unas endiabladas granujillas,
Más expertas en el juego amoroso
Que ciertas damas de hoy día,
¡y no quiero nombrar a nadie!

Por la mañana me han despertado,
Sacudían mi almohada
Con un ardor lleno de promesas.
Pero, ¡mal hayan las delicias de Capua!
Era mi padre gritando: “¡Arriba!
¡Por Dios, que vas a perderte la misa!”

(1) Capua es como la tierra de Jauja en España: la tierra de la abundancia y de la felicidad.

(2) Feu follet: Pequeña llama fugitiva producida por la combustión espontánea de ciertos gases que se desprenden de la descomposición de las materias orgánicas. Se suele ver mucho en los cementerios, cuando sale de la tierra el gas producido por la descomposición de los cadáveres.

Muy buena la página de Jesús Álvarez con la traducción y aclaraciones. Y termina el disco con una canción que me ha encantado por la vuelta de la vuelta. Brassens siempre ha tratado bien a todo  lo marginal. La canción L´Epave habla de una persona que era un deshecho humano, aún así le roban todo y es un flic, un policía del que tanto se había reido quien le salva.
El desecho
¡Yo invoco a Baco! ¡A Baco yo invoco!
El tabernero de la esquina acaba de jugármela bien.
De su establecimiento yo era el mejor pilar.
Cuando me bebí todo mi dinero, me puso en la puerta
Diciendo: “¡Al diablo con los borrachos!”
No tiene importancia, hay mesones muy raros...

Un pobre descalzo que pasó y me encontró borracho
Perdido, estando seguro que yo había dejado de vivir
(vosotros habríais hecho lo mismo), me quitó los zapatos.
¡Pobre hombre! Visto el estado lamentable de mis alpargatas,
dudo que encuentre con ellas su camino de Damasco (1).
No tiene importancia, hay transeúntes muy raros...

Un estudiante zarrapastroso cogió mi camisa
Que, en la oscuridad de la noche le pareció coqueta,
Pero a la luz del día sus ojos han debido desengañarse.
Lo compadezco de todo corazón, pobre chaval, si se la ha puesto,
Ya que, de un hombre feliz, distaba mucho de ser la camisa.
No tiene importancia, hay estudiantes muy raros...

La mujer de un obrero cogió mis pantlones.
“No, señora, no, tantas miles de patadas
han ido a parar a ellos que, si intentase
ponérselos a su marido, muy pronto, se lo aseguro,
tendrá hielo en los michelines”.
No tiene importancia, hay formas de llevar la casa muy raras.

Y yo estaba allí, desnudo, en el borde de la acera
Exhibiendo, a mi pesar, mis humildes genitales.
Una chica alegre, al volver de su trabajo,
Ella, que cada noche ve una docena,
Corrió a decirle a la policía: “¡He visto una cosa obscena!”
No tiene importancia, hay zorras muy raras...

El representante de la ley vino, con un paso bonachón.
Tan pronto como me vio gritó: “¡Diablos!
Estamos en pleno invierno, ¡va usted a helarse!”
Y temiendo que yo cogiese una pleuresía,
El pobre, me tapó con su abrigo.
No tiene importancia, hay policías muy raros...

Y desde entonces, yo, el orgulloso, el bravucón,
Yo, cuyo grito de guerra fue siempre: “¡Muerte a la pasma!”
No he podido gritarlo más ni una sola vez.
Todavía lo intento, pero mi lengua avergonzada
Cae pesadamente en mi boca pastosa.
No tiene importancia, vivimos en un tiempo muy raro...

(1) Camino de Damasco, encontró San Pablo la fe, es decir, encontró el sentido de su vida.





 


DÍAS DE RADIO. SINGLES DE PROMOCIÓN

En la calle Caracuel estaba Radio Jerez. Lo recuerdo muy bien. Yo andaba por primero o segundo de Bup y me hice muy amigo de Antonio Rodríguez Liaño, una persona abierta que amaba la música latinoamericana y que me enseñó mucho sobre los grupos del otro lado del Atlántico.
Era un poco mayor que yo pero me trató muy bien. Me invitaba a su casa allá por Icovesa y me pasaba discos de promoción. Yo iba a la calle Caracuel con mis discos de Carlos Cano o Paco Ibáñez y era feliz si él pinchaba una de mis canciones.
Con mis catorce o quince años yo no era un chico de discoteca, era un chico aburrido que escuchaba a Lluis Llach, Labordeta o Pablo Guerrero. Hacía como el que colaboraba con él y me colaba en conciertos diciendo que era de la Ser. Así me dejaron entrar y grabar un concierto de Luis Pastor que recuerdo con mucho cariño.
Para mi la radio era un mundo. Recibían muchos discos y Antonio de vez en cuando me daba alguno. Las promociones llegaban en disco sencillo de 45 revoluciones por minuto. Nunca fueron de mi agrado. Las compañías eran cicateras y en el disco metían solo una canción que era la que se debía oir obligatoriamente.
Acabo de comprar dos singles por aquello del coleccionismo y tener dos fotos más de Carlos Cano. Las canciones de la cara B, Casida de los Ramos y Don Triquitraque, brillaban porque no estaban.
Igual que defiendo el vinilo por su sonido no compacto, en diferentes entradas y con una duración perfecta entre quince y veinte minutos, tengo que reconocer que no me gustaban los singles. Hoy, sin embargo, digo olé aquellos tiempos, ole por aquellas promociones y aquellos discos que llegaban a las emisoras. Y de ahí este homenaje.
LUNA DE ABRIL

DORMIDO ENTRE ROSAS