domingo, 25 de septiembre de 2011

EL ENTENDIO: CRÓNICA DE ENSAYO Y ERROR SOBRE LAS DISCURSIONES Y COMO ENSUPERARLAS CON LA RISA, JAJA


No me tires de la lengua primo que como yo empiece a contar cosas de ti. Y que es de bien nacio ser agradecio. Tu blog no lo leía ni el jefe del blogger y, desde que yo cuento cosas, se te han disparao las cifras y dos o tres pistolas de suicidas envidiosos.
Me he ido precisamente con mi primo a Graná porque lo veo con mu mala follá, o lo veía porque de eso va esta crónica, y tengo que poné en letras grandes que lo cotidiano es fundamental y que caemos mu fácilmente en el erró por tanta tontería.
Pá discutí solo hay que tené ganas. Un poco de sueño, pequeños agobios o falta de roce provocan un estado mental dispuesto a la riña de gatos.
Tal y como nos subimos en el coche pregunta la niña
- ¿Habéis cogío una bolsa verde?
- ¿Cómo que habéis cogío? Si se ta olvidado no le eches la culpa a nadie que la culpa es tuya.
Y así un rato. Locos por discutí. Sueño y mala cara.
Y lo que hace la paz muchas veces es un buen desayuno, una mijita de calma, no buscar en la palabra un desencuentro. A esto llegamos a Antequera y en un bar de carretera pedimos café y tostadas y en plena degustación empieza el chalao de mi primo a revolcarse. Jajajajajajaja.
- ¿Qué te pasa, primo? le pregunto asustado.
- Has leído el cartel...
En la cristalera había un cartel que ofrecía castillos hinchables, payasos y también tenemos PIÑATAS Y GLOBOS DE ELIOT.

La verdad es que el cartel tenía su gracia y todos empezamos a descojonarnos.
Ya comiendo empezaron a hablar de la nueva teoría que está machacando a mi amigo Estein que dice que con los neutrinos podemos viajar al pasado porque van mú rápidos.
- ¿Viajar al pasado? pregunté yo haciéndome el tonto. Hemos salido a las 12, hemos hecho 300 kilómetros y en solo tres horas hemos llegao a un bajo con vinilos, una minicadena del año 89 y una PANASONIC del 84. Encima el tontarra este nos pone EL ADIOS INES DE ULLOA, del Aute, 21 JAPONESAS y CADILLAC SOLITARIO.
¡¡Viajar al pasado es posible!! Pá colmo me lleva a Granada a comer bocadillos en LA ANTIGUALLA. Si es que mi primo es un carca, joé.

EDUCAR MIENTRAS DORMIMOS: ARTÍCULO UNA SIESTA DE 12 AÑOS

Hoy me mandan un artículo de esos que nos mandamos los del gremio para subir la moral. A mi no me sube nada porque estoy muy borde pero en este artículo coinciden opiniones mías, del ministro de educación y hasta de mi primo. Tenemos hijos pero estamos encantados con que nos los críen. El problema lo traslado. El hijo, que no es tonto y se da cuenta de que paso bastante de él, ya vendrá a pedirme cuentas.
Bueno, este es el artículo.
Educar debe de ser una cosa parecida a espabilar a los niños y frenar a los adolescentes. Justo lo contrario de lo que hacemos: no es extraño ver niños de cuatro años con cochecito y chupete hablando por el móvil, ni tampoco lo es ver algunos de catorce sin hora de volver a casa.

Lo hemos llamado sobreprotección, pero es la desprotección más absoluta: el niño llega al insti sin haber ido a comprar una triste barra de pan, justo cuando un amigo ya se ha pasado a la coca.

Sorprende que haya tanta literatura médica y psicopedagógica para afrontar el embarazo, el parto y el primer año de vida, y que exista un vacío que llega hasta los libros de socorro para padres de adolescentes, esos que lucen títulos tan sugerentes como Mi hijo me pega o Mi hijo se droga. Los niños de entre dos y doce años no tienen quien les escriba.

Desde que abandonan el pañal (¡ya era hora!) hasta que llegan las compresas (y que duren), desde que los desenganchas del chupete hasta que te hueles que se han enganchado al tabaco, los padres hacemos una cosa fantástica: descansamos. Reponemos fuerzas del estrés de haberlos parido y enseñado a andar y nos desentendemos hasta que toca irlos a buscar de madrugada a la disco. Ahora que al fin volvemos a poder dormir, y hasta que el miedo al accidente de moto nos vuelva a desvelar, hacemos una siesta educativa de diez o doce años.

Alguien se estremecerá pensando que este período es precisamente el momento clave para educarlos. Tranquilo, que por algo los llevamos a la escuela. Y si llegan inmaduros a primero de ESO que nadie sufra, allá los esperan los colegas de bachillerato que nos los sobreespabilarán en un curso y medio, máximo dos. Al modelo de padres que sobreprotege a los pequeños y abandona los adolescentes nadie los podrá acusar de haber fracasado educando a sus hijos. No lo han intentado siquiera.

Los maestros hacen algo más que huelga o vacaciones, y la educación es bastante más que un problema.

Pido perdón tres veces: por colocar en un título tres palabras tan cursis y pasadas de moda, por haberlo hecho para hablar de los maestros, y, sobre todo sobre todo, porque mi idea es -lo siento mucho- hablar bien de ellos.

Sé que mi doble condición de padre y periodista, tan radical que sus siglas son PP, me invita a criticarlos por hacer demasiadas vacaciones (como padre) y me sugiere que hable de temas importantes, como la ley de educación (es lo mínimo que se le pide a un periodista esta semana).

Pero estoy harto de que la palabra más utilizada junto a escuela sea 'fracaso' y delante de educación acostumbre a aparecer siempre el concepto 'problema', y que 'maestro' suela compartir titular con 'huelga'. La escuela hace algo más que fracasar, los maestros hacen algo más que hacer huelga (y vacaciones) y la educación es bastante más que un problema. De hecho es la única solución, pero esto nos lo tenemos muy callado, por si acaso.

Mi proceso, íntimo y personal, ha sido el siguiente: empecé siendo padre, a partir de mis hijos aprendí a querer el hecho educativo, el trabajo de criarlos, de encarrilarlos, y, mira por donde, ahora aprecio a los maestros, mis cómplices. ¿Cómo no he de querer a una gente que se dedica a educar a mis hijos?

Por esto me duele que se hable mal por sistema de mis queridos maestros, que no son todos los que cobran por hacerlo, claro está, sino los que son, los que suman a la profesión las tres palabras del título, los que mientras muchos padres se los imaginan en una playa de Hawai están encerrados en alguna escuela de verano, haciendo formación, buscando herramientas nuevas, métodos más adecuados.

Os deseo que aprovechéis estos días para rearmaros moralmente. Porque hace falta mucha moral para ser maestro. Moral en el sentido de los valores y moral para afrontar el día a día sin sentir el aprecio y la confianza imprescindibles. Ni los de la sociedad en general, ni los de los padres que os transferimos las criaturas pero no la autoridad.

¿Os imagináis un país que dejara su material más sensible, las criaturas, en sus años más importantes, de los cero a los dieciséis, y con la misión más decisiva, formarlos, en manos de unas personas en quienes no confía?

Las leyes pasan, y las pizarras dejan de ensuciarnos los dedos de tiza para convertirse en digitales. Pero la fuerza y la influencia de un buen maestro siempre marcará la diferencia: el que es capaz de colgar la mochila de un desaliento justificado junto a las mochilas de los alumnos y, ya liberado de peso, asume de buen humor que no será recordado por lo que le toca enseñar, sino por lo que aprenderán de él.