Desde que el mundo es mundo hay dos especies bien caracterizadas: los sitos y los para/sitos. Los sitos son individuos cuidadosos con un desarrollo armónico de sus capacidades y sinsabores. Que intentan entender todo y de todo y representan a una gran mayoría. La filosofía oriental dice que todo tiene su opuesto. Algo así como el gim y el Jack (Tonic y Daniel).
Pero sigamos avanzando.
Frente a los sitos, en el extremo opuesto, están los para/sitos. Son seres inútiles que nunca hacen nada pero que se apoderan de todo gracias a la retórica y al convencimiento locuaz con el que dominan a los sitos.
Si retornáramos a la época primitiva, los sitos serían los que iban a cazar y corrían detrás (o delante...) del animal exponiendo su vida. Y los para/sitos eran aquellos que les convencían que la carne de dinosaurio era alta en colesterol y que mejor no comerla.
También eran para/sitos los encargados del discurso espiritual que decían: Hijo mío, este dinosaurio cazado con tu esfuerzo no hubiera sido posible sin la gracia del señor. Así que por la gracia del señor déjame las chuletas del animal"
Los tiempos cambian pero no así la relación entre los sitos y los para/sitos. ¿Quién no ha visto, por abreviar un poco, a todo el mundo en el oeste domando caballos, conduciendo el ganado o buscando oro hasta deslomarse (los sitos) y llegar un dialéctico timador ofreciendo un líquido milagroso (el para/sito)?
Si miras alrededor de ti, también tienes al que va a comprar, pone la mesa, hace la comida y recoge (los sitos) y al que llega a la hora justa de comer y después se va enseguida que tiene prisa (el para/sito)
Si piensas en tu trabajo están los que curran, los que siempre están dispuesto a echar una mano, los que se comen el marrón (los sitos) y los elevados dueños de la palabra que te dicen:
"Yo quisiera, pero las circunstancias..." o bien " las dificultades por las que atravieso me impiden..." o bien "la elevada densidad del aire me obliga a retirarme pero valoro positivamente..."
Siempre es así. Desde que el mundo es mundo. En cualquier pueblo o ciudad te encuentras con personas coherentes, con sentido común, de trato afable (los sitos) pero luego te encontrarás que los sillones presidenciales están ocupados por lameculos, pelotas, rastreros y sinvergüenzas en general. Los menos preparaos son los que cortan el bacalao (los para/sitos).
Los para/sitos se organizan en ejércitos de para/sitos y ellos inventaron el conocido hit-parade "un para/sito se aprovechaba de los sitos de alrededooor y como veían que no protestaban iban a buscar a otro para/sito"
Con el tiempo un para/sito pedagogo (que también abundan) modificó la letra con los elefantes para no ser descubiertos.
En el fondo los para/sitos son increiblemente inteligentes porque llevan años y años engañando a los sitos.
Un engaño mu frecuente es crear una necesidad que no existe. El tontaina del sito empieza a pensar que necesita tal o cual (una casa, un coche) y ya se esclaviza a los pies del para/sito. Otra argucia es invocar a lo solemne o lo desconocido. El simple del sito, asustado con el más allá, se arrodilla ante el para/sito por si ACASO. Por todos lo Ocasos.
Esta tesis hipotética sobre el subdesarrollo individual de los sitos frente al poder de los para/sitos con organizaciones colectivas, caerá evidentemente en las oscuras telarañas de la red. Y será mejor así.
Porque el dominio de las redes de las comunicaciones en tan dramaticamente de los para/sitos que incluso se permiten la chulería de difundir mensajes anti/para/sitos para demostrarnos a todos y todas que el poder es de los vagos, de los maleantes, de las mafias, de los que hablan y nunca hacen, de los aprovechaos, de los teóricos, de los blablabla.
Menos mal, pensamos los sitos en lo más íntimo de nosotros mismos, que cuando vas a un hospital, a un colegio o instituto, a una tienda a comprar o entras en una casa, siempre hay algún sito que con su energía y vitalidad saca las cosas adelante.
Y hasta aquí, por hoy, esta tesis hipotética. Desde principio a fin tiene sus contrasentidos y vacilones, como todo en la vida. Y como diría el Sabina: si has llegao hasta aquí, échate un trago que yo lo pago (no se te olvide ponerlo en la cuenta del Joaquín)
