domingo, 17 de agosto de 2008

¡Ay, mi arma!

Como lo oyen. Una escuela de Texas permitirá que sus profesores vayan armados a clase.
¡Joder, ya no se me va a olvidar la tarea, mamá!


Que la educación se nos está yendo de la mano y por diversos motivos es un hecho. Animo a leer otros pasajes de este blog referidos al tema. Pero hay que armarse de valor para autorizar que los profesores puedan ir armados a clase. Y conozco a muchos.Unos son tan sumamente torpes que al andar se dispararían en sus propios pies. Otros, tan severamente iracundos que cuando preguntaran la tabla los chavales dirían un número al azar. Recuerdo un chascarrillo de mi suegro sobre un maestro de los años treinta que preguntaba por los sentidos al más torpe de la clase y sólo se acordaba de cuatro. Le faltaba el olfato. El profesor, irritado y a punto de soltarle la "galleta" diaria, le dijo "pero huele ésto, animal" Y el miedo del chaval le hizo llevarse a la oreja el objeto que le entregaba el profesor.
Malo es el camino que nos lleva a las armas y no hay defensa posible. Al fin y al cabo un profesor es una persona con frecuentes cambios de humor como todas las demás. Si un día se levanta feliz hará A pero si se levanta neurótico sacará la pistola en un pim pam pum.
¡Qué miedo me dan los neuróticos y los frustrados sexuales que hay por ahí! Y si encima van "armados" no te digo ná.
Por favor, señores de Texas, más imaginación y menos brutalidad. Más alma y menos armas.

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