lunes, 7 de abril de 2014

RECORDANDO A MANUEL

 Hace catorce días florecía con alegría el cerezo en mi jardín. El milagro de la vida lo había obrado Manuel, un señor con un vívero muy amigo de enseñar cuanto sabía, de hablar, de contar anécdotas de sus mil y una batallas. Delgado, casi enjuto, era puro nervio. A sus 75 años se levantaba a las seis para disponer el plan de trabajo del día. Enérgico, se iba a Italia o a Holanda para conocer las nuevas tendencias. Y eso no hace más de seis meses. Con catorce años se fue a Alemania y aprendió que el trabajo es maravilloso cuando se realiza con gusto.
Ayer fui a buscar plantas para la nueva primavera y la fatal noticia me conmocionó. La vida es la muerte, la contradicción y el sufrimiento.
Estas flores de cerezo son para él. Para él porque era generoso, trabajador, buena persona. Estas flores son para él porque con él aprendí mucho. Era práctico, razonable, socarrón. Gracias Manuel por tanto.


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