Sa liao, sa liao. Ha venío er Jesú por la peña con Er Mundo bajo er brazo y sa liao.
- Señores, a vé si tenemos más cuidaito con los nietos que este año ya van muchos accidentes.
Y enseguía er Casiano la respondío:
- ¿Has visto a tu nieta que está en er pilón tirándose de cabeza? ¿o tú ere de los que consejo vendo y pá mi no tengo?
Er Jesú, que es un hombre impasible como el Bretón, sa quedao sin parpadeá durante cuatro minutos y no ha respondío. Y es que los niños te dejan sin habla. Hoy un niño de diez años puede sé un borde de mucho cuidao.
¿Pero de donde viene tanta desafachaté? Pó to viene del famoso estado der bienestá que posteriormente ha sío del malestar. Resurta que tó er mundo quería viví mú bien y no privarse de ná, ni siquiera de tené hijos. Hijo más bien, porque con uno la ezperiencia ya estaba satizfecha. Y resurta también que una vez nació muchos padres querían que se lo educaran otro. No hay más que vé a la supernani esa de la tele pá vé lo malisimamente mar críao que están los niños que hacen lo que les da la gana. Los padres los tienen mú mayores que argunas veces parecen los agüelos. Están cansaos y no tienen ganas de ná. Los niños se dan cuenta de tó y hacen barbaridades. Cá día tiran un poquito más de la cuerda. Los niños niños son y es normá que sean traviesos, pero antes éramos muchos y nos orgánizábamos. Ahora son poco y no hacen má que barrabazá.
Y en cuanto pasan los diez años los ve por su peña bebiendo como cosacos y emborrachándose como posesos. Pós eso. Tó er mundo quiere viví, los padres quieren viví, los abuelos intentan sobreviví, los nietos se intenta divertí a tope. Y ar finá pasa lo que pasa. Sería más fáci si los hijos fueran decisión de cá uno y no intentá tirárselo a los otros. Y de eso los colegios saben mucho, que si pusieran una cama muchos dejarían los hijos tó er día.
Con lo bonico que es un niño ¡aprendamos a quererlos!
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