Noemy era una señora italiana que vivía en la isla de El Hierro. Le encantaba El Hierro y su restaurante era una gozada para tu mamá y para mi. Te llevábamos de paseo por las piñas y las plataneras y al caer la tarde íbamos al bar de Noemí a tomar algo.
Te recuerdo como eras en el primer otoño del año 89. Te acuerdas tú de todas las canciones que ponía tu padre y que te han servido para ser la muchacha que más sabe de música del mundo mundial. Pasados los años me dices:
- Esa canción la escuchaba yo de pequeña.
Muchos meses del año lo pasábamos en Madrid con los yayos que te querían también como a una princesa. Calle arriba y calle abajo, de Sol a la Plaza de las Descalzas me acompañabas por las tiendas de disco, también por Montera y Tres Cruces. Pasábamos un par de días por Madrid y nos íbamos los dos meses de verano al pueblo. ¡Qué bien te sentaban los veranos en el pueblo!
Lo mejor era que en una semana habías dormido para dos meses. Jugabas, corrías, montabas en bici. Te lo pasabas bien.
Ser la hija mayor tiene premio. Tal vez se cometen los errores de padres primerizos pero si te digo que los dos nos volcamos para que no te faltara nada. Ni un solo día el baño, ni un solo día el paseo. Por tu parte nos lo pusiste muy fácil: desde la primera noche dormías siete horas. Yo mismo te daba el bibe de las ocho y a dormir otro ratito.
Has llegado a los veinticuatro. Dos docenas. Dos docenas de besos. Dos docenas de abrazos.
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