lunes, 5 de noviembre de 2012

CRIMEN Y CASTIGO EN UN INSTITUTO DE SANJEREBURGO, POR FEDER DOCTOJEKILL

FEDOR DOCTOJEKILL RESTREGOFF
Solo había comenzado el curso de Primero de Secundaria y a Alexander Kornibobo lo habían expulsado ya seis veces. Las clases magistrales de Léo Tostoy sometían en un profundo letargo al resto de sus camaradas pero a Alexander le hervía la sangre e impulsos irreprimibles le hacían saltar cual pulga circense. La purga del profesor Tostoy no se hacía esperar e inmediatamente Alexander era expulsado del Soljov por Koljov.
Léo Tostoy era un veterano de muchas guerras que sentía por la educación el mismo aprecio que por el rollo de papel higiénico que cambiaba religiosamente cada quincena en la operación quinquenal conocida en toda la región porque lo cambiaba con algún resto del recto, perdón por la expresión naturalista de Emilio Zola, en un triste y lamentable papel reciclable. Léo Tostoy no amaba su trabajo e incansablemente repetía las mismas lecciones magistrales desde su altar y sus alumnos tomaban nota. Tomaban nota de lo hermosa que se estaba poniendo Natasha y sus pechitos en flor, de los músculos de Iván que se desarrollaban por día y pasaban cual carruaje del zar de la perolata de Léo Tostoy sobre la dinastía de Sanjereburgo. 
- ¡Qué apatía! ¡Qué falta de interés! se lamentaba Léo Tostoy con los camaradas mientras abrían la sexta botella de Vodka.  ¡A los estudiantes de hoy les da todo igual! ¡No se interesan por nada! Y además no saben nada. Son unos brutos empedernidos.
Ante tanto calor humano y entrega, los alumnos respondían con vagueza y algunos, menos instruidos en ortografía, con bajeza. Ante la falta de estímulos y el inicio de una edad de rebeldía, decían frases por lo bajini, se mofaban de los profesores, se despreocupaban de cualquier tema que requiriera esfuerzo. Sabían perfectamente que al final iban a tener la culpa de todo.
La falta de autocrítica de Léo Tostoy y sus camaradas habían llevado al desastre estudiantil a unos jóvenes para quienes el estudio era un castigo y lo que hacía su profesor un crimen. Cada joven estudiante costaba al estado más de 300 rublos pero su paso era un penoso pasar.
La actitud de Léo Tostoy no era la única responsable de un gran fracaso social. Los planes de estudio y el acomodo burgués del propio estudiante y sus familias también contribuían al fracaso. La edad de los jóvenes estudiantes y el desconocimiento de su evolución psicológica por parte de padres y profesores hacían el resto en una educación pensada con el recto. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado, y enseguida lo he asociado con un artículo que me mandaron hace unos meses,
que posiblemente ya conozca usted,docto como es, señor don Feder, pero si no, ahí va el enlace:

http://elpais.com/elpais/2012/08/24/opinion/1345810291_873284.html

Saludos, Miguel (restregoff: ojalá se dieran por aludidos-restregados, pero ni se inmutan...)

DelsigloXX

MIGUEL ALCEDO dijo...

GRACIAS.
Es muy recomendable tu sugerencia.
Hemos transformado la palabra educar en aguantar y rutina.
Una pena.