lunes, 19 de marzo de 2012

13 HORAS CON MI PADRE

De camino para radiología le preguntó el celador, por aquello de hacer el camino más entretenido:
- José ¿cuántos años tiene?
- Ochenta y ocho.
- ¡Madre mía! ¡Ochenta y ocho! ¡Un niño de la guerra!
Y ahí me quedé. Después de cuatro días terribles porque nunca quiere molestar, lo llevamos a urgencias y lo ingresaron. Trece horas me quedé con él y hablamos de todo. Me contó recuerdos. Me resumió su vida. Pero especialmente me volvió a demostrar el sentido común de un hombre que era un chiquillo cuando tuvo que vivir una experiencia como la guerra civil. Que ha pasado de hablarle de usted a su padre y besarle la mano a unos tiempos como los actuales.
Siendo el pequeño de cinco hermanos, la vida no le fue fácil. Apenas nueve meses fue al colegio y el campo no daba para todos. Una vez al año se comía un huevo y los reyes le traían todos los años la misma escopetilla que desaparecía el día siete de enero. Una vida muy dura porque al terminar la guerra tenía 13 años y un porvenir incierto y difícil.
Pocas salidas y aguantar en el ejército fue la mejor porque a pesar de no haber ido a la escuela, torpe no era. En la mili encuentra cobijo y al llegar un paisano que terminaba le deja la oficina. Hay que tener suerte pá tó. Entonces lo presentan a cabo y aprueba. Siempre inquieto y masticoso decide que el ejército no le garantiza la jubilación (le faltaban 40 años) y comete una de las mayores tonterías de su vida: se va a la Guardia Civil. Cuerpo militarizado y crudo donde entre horas de servicio y cabreos, ha perdido gran parte de su vida. Era un Civil atípico, incapaz de poner una denuncia ... y denunciando las injusticias. Muchos sofocos le costó su quijoterismo. De Rota se fue a Prado del Rey porque odiaba el contrabando y era una oveja negra dentro del negocio que se traían. En Prado del Rey echa más horas que un reloj vigilando los cortijos de los señoritos y hay un alijo y a todo el cuartel, por no haber denunciado, los castigan a los sitios más peores: toca mudarse al penal de El Puerto y con tres hijos viven y malviven en una habitación. Pero con voluntad, esfuerzo y una bicicleta que le lleva con mandaos a todas partes, saca la familia adelante.
Nada es fácil, ni tampoco la vida.
Pero especialmente difíciles fueron los años cincuenta. Derechos de ningún tipo: tú haces lo que yo te diga. Y si él que te lo decía era un borracho frustrado e hijo de puta peor para ti. Pero calla y traga porque rebelarte es peor.
La santa madre iglesia hacía el resto. Si no puedo criar tres hijos ¿cómo voy a criar cinco? Un cura muy rígido le dice que eso es lo que hay, que esto es Cai y aqui hay que mamá. Mamá ya está cansada de criar hijos pero le vienen dos más. Yo el cuarto. Si por ellos hubiera sido yo no hubiera nacido. Y tampoco les hubiera pedido explicaciones. Lo entiendo perfectamente.

Ni yo soy Miguel Delibes ni mi padre es mi marío ni hablamos cinco horas. Pero fue divertido mientras duró.
Solo me queda por añadir que hoy, 19 de marzo, se celebra un día del padre fijado con un padre no natural y un palomo en estado místico. No caben más contradicciones. En espera de que al palomo no lo pille un coche y lo deje cojo, te agradezco padre tanto sacrificio y tanto quitarte cualquier capricho para atenderme.
Con tus defectos, con tus virtudes, gracias por tu generosidad.

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