jueves, 3 de noviembre de 2011

ACTUALIZACION A LA AMERICANA DEL ROMANCE DE LA INFANTICIDA: SI QUIERES LA CASTIGA ¡¡¡PERO NO DE ESA MANERA!!!

Aunque ocurrió hace unos años, la escena parece tan cruel y canalla que me recuerda al romance de la infanticida que cantaba Joaquín Díaz, escrito hace algunos siglos.

  Más arribita de Burgos hay una pequeña aldea donde vive un comerciante, que vende paños y sedas. Tiene una mujer bonita, -valía más que fuera fea- tiene un hijo de cinco años, la cosa más parlotera. Todo lo que pasa en casa, a su padre se lo cuenta; su padre, por más quererlo, en las rodillas le sienta. - Ven aquí tú, hijo querido, ven aquí, mi dulce prenda, quiero que todo me digas; en esta casa, ¿quién entra? - Padre de mi corazón, el alférez de esta aldea que llega todos los días y con mi madre conversa con mi madre come y bebe, con mi madre pone mesa, con mi madre va a la cama, como si usted mismo fuera. A mí me dan un ochavo pa jugar a la rayuela, y yo, como picarzuelo, me escondo tras de la puerta. Mi madre estaba mirando, y me dijo que me fuera: - Deja que venga tu padre, que te va a arrancar la lengua. Mal le ha sentado al señor el que aquello se supiera, después ha salido a un viaje de siete leguas y media. Un día estando jugando con los niños de la escuela, ha ido a buscarle su madre, a peinar su cabellera. Ha cuarteado su cuerpo, le ha tirado en una artesa, y el peinado que le ha hecho, fue cortarle la cabeza. La coloca entre dos platos y el alférez se la entrega: - Señora, se les castiga, pero no de esa manera; haberle dado cuatro azotes y haberle echado a la escuela. Tras de tiempos llegan tiempos y el marido ya regresa. Ella ha salido a buscarle, y le ha encontrado en la puerta. - Entra, maridito, entra, que te tengo una gran cena, los sesitos de un cabrito, las agallas y la lengua. - ¿Qué me importa a mí de eso? ¿Qué me importa de la cena? Te pregunto por mi hijo que no ha salido a la puerta. - Entra, maridito, entra, por tu hijo nada temas, que le dí pan esta tarde y se fué pa ca su abuela; como cosa de chiquillos, está jugando con ella. Se pusieron a cenar, y oye una voz que le suena. - Padre de mi corazón, no coma usted de esa cena, que salió de sus entrañas y no es justo que a ellas vuelva. Se ha levantado el señor, la busca de su hijo empieza, le ha encontrado cuarteado, partidito en una artesa. La ha agarrado de los pelos, barre la casa con ella, y después de golpearla, a la autoridad la entrega. Unos dicen que matarla; otros, lo mismo con ella, otros dicen que arrastrarla, de la cola de una yegua.
ADAPTACIÓN ACTUAL EN AMÉRICAN PIE.
En una ciudad llamada Texas,
más abajo de Oklahoma,
había un juez muy severo
que no era pá gastarle broma.
En el año dos mil cuatro
cogió un cabreo que no vea
porque su hija descargaba música
y él le descargó la correa.
Siete minutos como una fiera
que resultan interminables
y al final sale la madre
y tú crees que le va a echá un cable.
Y coge la buena señora
y encima apoya al marido.
¿No te angustian esos gritos
y ayudas a ese mal nacido?
¡Qué hay que tener mala sangre 
para pegar a una niña indefensa
y que bajarse música
haya sido su única ofensa!
¿Qué delito ha cometido?
¿Tan grave delito es?
No quisiera yo jamás verme

delante de este juez.
No sé si será de la familia Adams
pero Williams Adams se llama él.
Personaje de miedo y terror
que juzga de manera cruel.
Y además, estoy seguro,
que es purita hipocresía.
Seguro que él se descargaba
esas películas con guarrerías.
Si tienes la mano ligera
y eres sádico y masoca
agarrátela con las dos manos
y te la destrozas a macocas.
Nunca uses contra una menor
ese grado de violencia 
que al final solo es la suma
de tu estado de impotencia.

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