martes, 1 de julio de 2014

CINCO SEXENIOS

Recuerdo aquella mañana de lunes. Fui al instituto donde mi padre estaba contratado para detoutunpeu, chapuzas, compras, jardín... más apañao que un jarrillo lata que era mi padre. Aquella mañana del 84 estaba pintando una pared exterior y le dije:
- Curro, bájate de la escalera que te voy a decir una cosa, no te vayas a caer.
Se echó una risa por dentro de esas que él se echaba y que yo conocía muy bien y bajó de la escalera.
- Qué me voy a presentar a las oposiciones en Canarias.
Así, de imprevisto, logré el efecto que yo buscaba, ese efecto de las cosas hechas. Porque mi padre ha sido la persona más generosa y entregada que he conocido pero, siempre hay un pero, como lo dejaras masticar estabas perdido. Yo lo aprendí bien de mi hermano mayor que siempre se llevó a matar, esta falta de entendimiento es falta de madurez para conocer a las personas.
Durante toda la tarde del domingo estuve retrasando el momento de decirle que me iba a buscar nuevos horizontes, estaba convencido de que por la mañana se levantaría diciéndome:
- Mejor que no te vayas. Acabas de terminar la mili, tienes solo 22 años.... y 25 frases que me echarían todo por tierra cuando ya tenía el pleno convencimiento de que debía dejar mi casa, de dejar Jerez, de vivir en mayúscula. Por aquel tiempo había en Magisterio acceso directo a los más empollones y mi nota era Sobresaliente. ¡Menos mal que no me lo dieron! Desde mi ventana veía todas las tardes a una maestra joven, conocida de la familia, que ya ejercía y por las tarde cogía su seat 127 verde y montaba a sus padres, a comprar, a aquí o acullá. Da igual. Yo me preguntaba dos puntos y abre interrogación esa es la vida que tú quieres para ti. No me daba tiempo ni a cerrar interrogación y un no enorme salía por mi cabeza.
Canarias era mi oportunidad y Pedro Melgar, que se portó como nadie, me lo puso en bandeja. Tenía Pedro un primo estudiando arquitectura en una casa muy grande. El alojamiento sería gratis. Él conocía Las Palmas. Todo eran facilidades.
Así que a finales de junio nos fuimos a Las Palmas desde Sevilla. Llevaba el buen Pedro boquerones en vinagre para su primo y se le volcó en la maleta a pesar de las mil precauciones y envoltorios. Desde entonces soy reacio a llevar cosas en la maleta y, como Ruibal, cuando salgo canto aquello de no llevaré casi nada.
Me tocó el tribunal 3, con Don Mariano de presidente y un colegio de Escaleritas. Diez plazas para cien y me presentaba por filología francesa. Eran cuatro exámenes eliminatorios, el primero de lengua y matemáticas con un comentario de texto de Antonio Machado con un solo verbo "atruena"  y por ahí bordé un maravilloso comentario. En matemáticas la lucecita me salvó, un problema fácil que me ofuscó porque lo planteé con dos incógnitas y no salía ni a tiros hasta que al final vi que si uno era x el otro era x menos algo. El segundo era de francés y recuerdo que basé mi redacción en Ne me quitte pas, de Brel y quedó aceptable. El tercero era oral de 50 temas de pedagogía que yo llevaba cogidos con alfileres pues había terminado la mili a finales de febrero y no había tenido tiempo de prepararme. Menos mal que esquematicé mucho los temas y me salieron temas donde me pude defender bien. Al último ya éramos menos candidatos que plazas aunque estuve a punto de pifiarla en una de las mías. Fui a ver las notas del tercer examen y en un exceso de euforia me encontré con un profesor del tribunal y no solo le agradecí el trabajo, también me atreví a decirle que un amigo que el año anterior se había presentado en Fuerteventura...
- ¿FUERTEVENTURA? De momento entendió que yo tenía un cacao con las islas mayores, menores y pitusas bastante fuerte. El canarión pensó que yo era un godo que no sabía nada de las islas y se equivocaba. Yo soy un desastre verbal y con facilidad trastoco frases y palabras, edredones y albornoces,  venturas y fuerteventuras.
La experiencia fue muy buena. Treinta años después aún me parece que fue ayer.

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