VACACIONES Y LITERATURA INFANTIL

Las vacaciones son ese periodo de tiempo en que a todo el mundo le gusta descansar y hacer cosas diferentes. Pero la literatura infantil ha jugado una mala pasada a los que viven sus vacaciones con esa familia que no se ve nunca.

La cuñada cuando baja a comer

Y no solo porque tu cuñada después de un año sin verla cada día te recuerda más a la bruja de Hansel y Gretel o tu cuñado es el gordo despreciable del romancero ER CUÑAO (bueno esto último me lo he inventado yo, que cantaba Pablo Guerrero en Pepe Rodríguez, el de la barba en flor). Lo cierto y mentira es que el subconsciente colectivo y aquellos cuentos que aprendimos de pequeño nos idiotizan en vacaciones, nos hace imbéciles y, lo que es peor, nos hacemos los tontitos. Aparte del pringao de turno, siempre está el caradura que cree en los cuentos de hadas y cree que las catorce camas que había que hacer, limpiar la casa y hacer la compra para el ejército que acaba de llegar, lo hace el hada madrina de cenicienta.  Fregar o colocar el lavavajillas y recoger los vasos que se quedaron en la tertulia nocturna, jijiji jajaja, lo hace el enano saltarín porque adivinaste el whiski que llevaba tu décimo cubata. Y que no falte un detalle. Después de comprar, cocinar, poner la mesa ¡¡¡que no se te olvide nada!!! no vaya a ser que baje tu cuñado malhumorado porque lo habéis avisado cuatro veces y falten las servilletas en la mesa
-¿Qué forma es esta de poner la mesa? gruñirá como la madrastra de Blancanieves. 
Los duendes que ayudaron a aquel zapatero también son culpables de esta bajeza y vagueza moral de parte de la familia que cree que cuando algo se queda sin recoger, sucio o por medio lo resuelve el enanito de turno que trabaja de madrugada.
Y es que el riesgo de estar rodeados de personajes como el lobo de Caperucita o la abuelita, no sé con quien me quedo, los diez cerditos de tus sobrinos o los enanos mentales de la vida real te hacen desear que el cuento termine y las vacaciones también. ¡Con lo bien que se está trabajando!