domingo, 12 de mayo de 2013

LA MANGA DEL PASTELERO


El pastelero de mi pueblo era un tipo dulce. De pequeño era un pitisu y de adolescente era un bollicao.  En nuestro pueblo era la creme de la creme.
El secreto no lo tenía en la masa, sino en la manga. Su manga de pastelero era la más grande y la más fácil de armar. En tan solo dos segundos, una palabra amable, un cuerpo esbelto, y nuestro pastelero se convertía en la letra T invertida, aunque él era muy macho.
En los bailes del casino nuestro pastelero prefería el merengue porque bailar pegado no era bailar, era elevar al séptimo cielo a su pareja. Veíamos levitar a las chicas y nos reíamos de la manga del pastelero.
No podía ir a la playa. En bañador y viendo mujeres en bikini… aquello era la manga del mar mayor.
Todos pensábamos que con los años el pastelero perdería fuelle. Y así fue en apariencia. Pero una noche descubrí su secreto: se amarraba a la pierna la manga pastelera. Estábamos en un bar y una dulce chica  se agachó cerca de él y dejó a la vista una parte de su anatomía. La pierna del pastelero se elevó y tiró la mesa donde comíamos. Lo entendí todo al instante.

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