viernes, 4 de febrero de 2011

TESIS HIPOTÉTICA DE LA INCOMPRENSIÓN, O NO ENTENDER NI PAPA, DE ENTREGARSE A LA RELIGIÓN O AL MÁS ALLÁ TENIENDO TANTAS COSAS POR HACER EN EL MÁS ACÁ.

Imagino que se habrá colgado por algún lado el desgraciado Testigo que llamó a mi puerta aquella mañana para explicarme el trágico devenir por venir y las plagas que sobre la tierra se extenderían y los males eternos que sufriríamos.
La verdad que llamar a mi puerta, el rin ma bel que escuchaba entonces, a las 9 de la mañana de un sábado, tendría que ser delito. Pero como no lo es y ya me había jodido la mañana, me dediqué a escucharle. Escuchar no es una virtud. Escuchar es la mejor de las estrategias. Mientras el enemigo destila palabras enjabonadas con abrillantador del malo, tú vas pensando un argumento tan poderoso como para que camine con las piernas abiertas seis semanas. Y luego se cuelga.
Tras su visión cruel y apocalíptica de todo y de culpabilizar a los pobres humanos, le planteé que aunque yo conocía poco el evangelio, lo primero que nos dice es que su Dios nos hizo a su imagen y semejanza. Nada malo pues había que achacar al ser humano.
Dios, en su infinita bondad, no podía castigarnos sí a la vez es creador. Paradoja tras paradoja, parábola tras parábola, fue descubriendo que para nada se había levantado aquella mañana y mejor no haberme levantado a mi.
La vida, señor camello de la desgracia, está llena de momentos. Unos buenos, otros malos. ¿A qué se está entregando usted? ¿Cuál es su causa?
Cuando escucho al obispo del Celta o al Cardenal del Madrid o al Papa del Milán vendiendo trocitos del otro mundo, siempre me surge una duda: ¿y si además del purgatorio tampoco existe el cielo ni el infierno?
Aplicar el corre dijo la tortuga, que el célibe nos dé ejemplo del Kamasutra o que nos digan que renunciemos al materialismo desde templos dorados me resulta, cuando menos, hipocresía pura.

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