La cabeza de Mijail vuela por la Rusia de los zares. "En Rusia son ciertos todos los dichos excepto uno porque aquí si es oro todo lo que reluce. Las cúpulas que ustedes ven son de oro". Cuanta ostentación se decía para si Mijail. Detrás de tanto oro había un escenario de miseria que sufrían los siervos de aquellos zares que al parecer estaban todo el día maquinando excentricidades y pamplinas en como derrochar el dinero. La revolución de octubre hizo rodar cabezas y el viejo comunismo igualitario y de camaradería cayó del autobús que llevaba al grupo a San Sergio y pudieron contemplar las casas de 20 metros para tres o cuatro personas, las privaciones, las corruptelas, los somoselpartido, el odio feroz a las religiones, ese atentar contra el más profundo de las personas. Cayó el muro y lo que son las cosas. La guía habló peste de quien en occidente es el redentor, el tocayo de Mijail pero en este caso Gorbachov, el hombre de la mancha. Decía Natasha que la peor época de privaciones, sin nada que comprar, sin nada de nada fue por culpa de Mijail.
Al cabo de un rato más de disertaciones no contrastables y decepciones incontestables el autubús llegó a la Meca ortodoxa. La guía narró las maravillas y milagros del santo y entraron en una casa donde se pagaba el canon para poder hacer fotos aunque regalaban un cd con muchos canon. Llovía a mares. El día era desapacible. Natasha volvía a explicar los tormentos que pasan los ortodoxos rusos en nombre de la fe y repetía aquello irrepetible que Jesús sufrió por nosotros y que nosotros teníamos que sufrir por él lo que se traducía a estar de pie en misa. Mijail se reía de ese Dios creador que se supone buena persona y como de pronto se convierte en un castigadios de padre y muy señor mío. Los ritos eran lo que eran, la mujer ocupa un quinto plano. La estupidez ocupa los altares, pero a ver quien dice nada. Todo es fruto de una tierra donde sembraron la prohibición que es lo que mejor hace crecer el fruto de la fe ciega.
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