Dijo adiós al hotel donde había estado bien. Buen desayuno, buen trato. Dijo adiós a Natasha y siguió al grupo sin balar ni nada. Control de aeropuerto y en una hora corta San Petersburgo.
Una nueva guía esperaba al grupo. Hay personas que parece que nacen cansadas. Este era el caso de Kakiana. Su voz era un zonido zumbón de zomnífero zemántico. Era empezar a hablar y todo el grupo se sumergía en un dulce sueño. Su actitud era negativa ante una ciudad de la que decía que tenía muy malas condiciones de vida, que estaba llena de carteristas y que pertenecía a un país del tercer mundo. nopiensenustedesqueaquívanaestarbienporqueestaciudadeshúmedayaque
estaciudadestácontruidasobreunpantanoyaquísevivemuymalyesoqueestamos
enveranoyzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz.
Enseguida metió al grupo en un restaurante donde no hubo novdedad. Los camereros tenían las mesas preparadas con unas hierbas verdes, después llegó la sopa y algo parecido a un pescado y un postre indefinible. Nada más comer un chapuzón en la catedral sin esperar la digestión ni ná. Una cantidad ingente de personas recorrian como zombis el templo maldito. Maldito por la hora. Era la hora en que ya te da igual que te cuenten una operación de corazón o un partido de fútbol. La voz cansina de Kakiana era un flujo verbal ininterrumpido y además con unos aparatos que tenían que llevar los sufridos viajeros en la oreja.
Todavía quedaba ver otra joya del arte sacro en San Petersburgo y allá se dirigieron. Alllllllá. Porque Kakiana arrastraba la ll, tenia cierto deje argentino que lo arrastraba todo, la ll, las palabras, incluso a los turistas que no tenían más remedio que dejarse arrastrar. Rápidamente al río y de allí a una galería dondetendremosunaparadatécnicayallíelgranPedroprimero
mandóconstruirunaseodegrandesdimensiones.
Cuando montaron otra vez al autobús, Mijail no sabía donde estaba. Confundía la realidad con el sueño, a Pedro I con Alejandro II y hasta con Catalina la Grande. Para colmo Kakiana seguía hablando y proponiendo para aquella noche la excursión en barco.
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deesteVeneciadelnorte.
La excursión había que hacerla a las ocho y practicamente a las nueve estaba terminada. El recorrido fue corto y la única emoción para Mijail fue zurcar las aguas del río Neva. Las sillas en el barco eran de madera y estaban sueltas, eran como de comedor.
El precio de la excursión era completamente abusivo pero verse libre de la voz de Kakiana fue como un bálsamo de primavera hecho con las primeras flores.
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