Después me enseñaron a creer en los demás y que con el esfuerzo de todos el mundo iría mejor.
Luego llené mi cabeza de utopías y confiaba en el ser humano.
Mis padres me inculcaron el respeto al prójimo y especialmente a los jefes.
Pasa el tiempo y ya no me reconozco ni ante el espejo ni en fotografía. Mi estado es lamentable. Todo es mentira pero cierto.
