En el repaso dominical a la prensa me gusta entrar en artículos más extensos. Este domingo destaco uno en El País sobre la censura a los escritores en la dictadura.
Aparte de una acción degenerada y un estado de corrupción lamentable, me planteo un poco más allá y me cuestiono a todos los que mandan y dirigen, muchas veces sabiendo menos que nadie.
El libro Fiestas, de Juan Goytisolo, fue sometido a grandes tachaduras. Pero lo más interesante del informe está al final, cuando el censor considera que es mejor que se publique porque Juan y su hermano Luis son malos escritores. "Hay que desenmascararlos en el extrangero (con g). No darles pie a heroísmos y martirios. Olvidarlos, que se pudrirán solos. No tiene consistencia literaria. Condenémosles a la libertad, libertad vigilada".
Concretamente un analfabeto que no sabe si extranjero se escribe con j tiene que decidir si un libro es bueno.
Lo vemos a diario en ese agente de la autoridad que aplica la ley según le dé, en ese jefe absurdo en decisiones o en algún capitán que se levantó con el aparejo torcido. Por no hablar de algún alcalde que llegó reptando al poder y tiene menos casquis que cualquiera de sus concejales.
Bueno, y de cardenales y otros golpes mejor no meneallo.
En resumen ¿quienes son los que mandan?¿por qué mandan?¿pá que mandan?
¿No los podemos mandar a todos al mismísimo...
Me via a callá
