Lo confieso. Me da miedo abrir internet. No se me respeta nada. Abro mi correo y me aparece una barriga botando con una pérdida de peso que le da miedo a los médicos. Los cojones. Me da miedo a mi esa barriga que sube y que baja como los pisos y las rebajas. Son el ascensor de los obesos, la pella del baloncesto. Chicharrones mórbidos de la nutrición.
Si logro escabullirme de ese estómago redundante, aparecen dos pechos de no te menees y un lema subliminar: dale una oportunidad a las feas. Dos pechos que pá qué y dale una oportunidad.
Por si esto fuera poco tengo mis pechos que poco a poco, cantaba Silvio Rodríguez. O algo así. Por si no he tenido bastante al cambiar de página me ponen un culito o más pechos. Sé que los hombres somos como niños, pero podían trabajarse un poquito la idea de niños de teta. Que si malos son esos ojos viciosos y rajados, no es peor ese culito, a primera vista todo lo contrario, pero rajado y vicioso igualmente. No sé si habrás notado la mirada lasciva... es posible que no y que no hayas pasado de esa especie de tampón que le asoma por ahí.
A ver señores, con razón a mi cuando entran de otros sitios no me visitan más de dos páginas. No pongáis esto en el blog. Esto es competencia desleal... o más bien digital, esto es competencia digital, uso de los dedos.
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