Cada vez que hay un cambio de gobierno se cambia cuatro cosillas para seguir exactamente igual.
Por eso me ha parecido muy buena la página
www.piensa.org.es que habla de la educación desde dentro, profesores de instituto que ven que la educación no funciona y analizan los motivos.
Entiendo que la mayoría, por no decir todos, de los males están derivados de una sociedad del bienestar mal enfocada. Pero enhorabuena a Enrique Fernández por el dardo de la palabra, aunque algunas veces a los profesores de Secundaria les falta un trato más humano al alumno y les sobra ciencia y proceder universitario: Esta es mi materia y usted se la aprende porque yo se lo digo.
SIETE PECADOS
CAPITALES DEL ACTUAL SISTEMA EDUCATIVO
Ante los nuevos
tiempos que se avecinan es necesario recordar una síntesis de nuestros mayores
males y al mismo tiempo proponer puntuales medidas paliativas.
1º) La
comprensividad: Agrupando en las mismas aulas a alumnos con distinta
capacidad, competencia y motivación sólo se consigue fomentar la frustración de
los peores y obstaculizar el progreso de los mejores. La atención a la
diversidad en semejantes condiciones es una estafa. Los profesores no
tienen el don de la ubicuidad. No pueden atender particularmente a unos sin
descuidar a los demás. Establecer itinerarios en Secundaria y desterrar la
promoción por edad no es una opción política, sino una necesidad de cualquier
sistema que pretenda eficacia y justicia.
2º) El
paternalismo: La condescendencia sistemática ante los “chavales” sólo
consigue perpetuar su irresponsabilidad y su inmadurez. Los institutos nunca
podrán ofrecer a los adolescentes el amparo que no les ofrezcan sus familias.
En todo caso, la oportunidad de superar con el propio esfuerzo sus circunstancias.
Que los criterios de promoción y titulación se ajusten a principios de
exigencia rigurosos no es insolidario. Lo insolidario es regalar
títulos sin ningún valor, pues malogra las posibilidades de quienes sólo
cuentan con sus capacidades para mejorar su situación.
3º) La impunidad: Tolerar la
indisciplina, camuflándola bajo eufemismos, renunciando a tomar medidas
efectivas para atajarla, atenta derechos fundamentales de los alumnos y
boicotea la labor de los profesores. La integración en un centro educativo
exige el respeto a unas normas cuyo incumplimiento tiene que producir
consecuencias adversas para los infractores. No se trata de criminalizar a los
adolescentes disruptivos sino de preservar, con los recursos disponibles, el
derecho a aprender de los demás. La autoridad en el ejercicio de la profesión
docente debería contar con el reconocimiento unánime de la sociedad. Es absurdo pretender que en los institutos se custodie
a jóvenes con problemas severos de conducta. Mejor atendidos estarían en centros especializados.
4º) El
pedagogismo: Justificar la falta de esfuerzo e interés de ciertos alumnos
por la presunta incompetencia de sus profesores es una frivolidad propia de
quienes confunden la pedagogía con sus prejuicios ideológicos. No hay receta metodológica
universal. En la enseñanza intervienen múltiples factores personales y sociales
irreductibles a análisis teóricos objetivos, de ahí que la experiencia en el
aula resulte por lo general más instructiva que cualquier lectura. Es
una obscenidad atribuir el fracaso del actual sistema educativo a la escasa
formación pedagógica de los profesores. Debería reconsiderarse el papel de
los orientadores psicopedagogos en los institutos. Su contribución a la causa
común mejoraría considerablemente si pasaran más tiempo en las aulas y menos en
los despachos.
5º) El
esnobismo tecnológico: Convertir a las nuevas tecnologías en las
protagonistas indiscutibles de la enseñanza Secundaria es una confusión
intolerable de fines y medios. La pantalla del portátil no aporta nada a la
agudeza de un razonamiento, la exactitud de un cálculo, o la belleza de una
metáfora, a no ser distracción. Ahora está todo en Internet, como antes
estaba en las bibliotecas, pero mal nos hubiera ido si en nuestros años de
instituto, en lugar de dedicarnos a asimilar el contenido de los libros, nos
hubiéramos ocupado sólo de aprender a buscar en índices y ficheros. La
Secundaria tiene que llevar al alumno más allá de lo puramente instrumental.
Ordenadores donde y cuando sean necesarios. Más enseñanza de verdad y menos
Andalucía imparable.
6º) El
provincianismo: Si en cada Comunidad Autónoma, en cada barriada, en cada
centro, impartimos una enseñanza diferente nuestros certificados de estudios
acabarán no significando nada. Por otra parte, más allá de la Primaria,
empeñarse en adaptar los contenidos curriculares al contexto sociocultural,
lejos de facilitar el acceso de todos al conocimiento, alimenta las
desigualdades, el etnocentrismo y la ignorancia. La educación
Secundaria no puede limitarse a lo elemental para desenvolverse en el entorno
más cercano, tiene que abrir puertas que permitan salir de él. Urge pues el
establecimiento de unos estándares comunes para el conjunto del Estado,
acompañados de mecanismos de control, tales como exámenes de reválida al final
de cada etapa.
7º) La
burocracia: Someter la práctica docente al rigor del procedimiento
administrativo desvirtúa la responsabilidad de enseñar y consume energías que
al profesor no le sobran. Dar clase es una tarea singular que no se deja
ponderar con los parámetros comunes a otras profesiones. Comprometiendo
la libertad de cátedra, poniendo bajo sospecha a los docentes y agobiándolos
con mil papeles sólo conseguirá castrar la enseñanza. El único mecanismo
verdaderamente eficaz de control consiste en la selección del profesorado:
oposiciones exigentes y rigurosas para los distintos niveles y especialidades.
Y por supuesto, que el acceso a la inspección educativa deje de estar sujeto a
designación política y responda a criterios estrictamente profesionales.
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