Al igual que Silvio en Mujeres, me acuerdo de mi abuela. Aquella gran matriarca de Rota que tenía más sabiduría que todos los hombres juntos. Y también de mi madre, por hacer el milagro del pan y los peces diariamente con el triste sueldo que mi padre ganaba. Y una hermana de mi padre, Josefa. Con un marido en el psiquiátrico montó en el campo una miga, una especie de guardería con los niños del campo para enseñarles a leer. Y a mi propia hermana María, entrega en carne viva, generosidad a flor de piel y ya demostrada a flor de tiempo.
Y mi hija también. Madura, aguda, gentil, educada. Que se ha abierto camino de forma decidida.
Y especialmente a una mujer que me aguanta desde hace ya algunos años. Treinta ya. Con mis pamplinas y mis neuras frente a su equilibrio y sensatez. Mujeres. Mujerez.
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