martes, 27 de enero de 2015

LA FERIA DE LA LOMCE

La nueva reforma educativa me recuerda a una calle del infierno. En principio es aquella noria que cantaba Patxi Andion que decía algo así como la misma historia en la misma noria contada entera de igual manera. Pero no soy retrógrado y me gustan las atracciones fuertes.
Pero fuerte, unos cambios que sirvan para que donde realmente esté el fracaso escolar se ateje con fuerza, no un cambio de cuatro términos en la programación que algún sesudo tecnócrata ha acuñado en alguna universidad para justificar su trabajo. La casa del terror me da mucha risa. 
 Poco a poco el cambio del señor Wert va tomando forma y en este país de las autonomías y del tú que dices que me opongo me encuentro en los coches tropezones. Sí, parece que se están chocando pero todos están en la atracción y nadie dice BASTA. Un país que no ha sabido consensuar una ley de educación, que tiene un fracaso tan elevado, debe poner pies en pared, analizar y PREGUNTAR a los que están en el aula qué problemas hay, no al que está en un despachito inventado palabras nuevas, mapas de desempeño y paridas similares.
 Buscando emociones fuertes subimos en la montaña rusa con elecciones anticipadas y desconcierto general a claustros, a opositores, a profesores que se irán y a profesores que vendrán, pero especialmente al alumnado que parece ser el gran olvidado.
Nadie se plantea en la administración que estamos trabajando con personas, con opositores que se tienen que preparar un temario y no saben lo que será de ellos, igual que compañeros que están dando una materia y como si fueran un papel tienen previsto recortarlo a la mitad para el año que viene, presentando una situación de vértigo que da, cuando menos, asco y vómitos. 
El látigo no cesa y todo el mundo sabe que el planteamiento es lamentable. No hay dinero para financiar, hay unas elecciones a la vista, no se afronta el problema de la educación de forma coherente. Nada, el látigo ahí sigue después de tantos años.
Las viejas atracciones están desgastadas pero los payasos de siempre se acostumbraron a estos laberintos y a aquel tren de los escobazos, enorme metáfora de lo que ha sido la educación y parece de lo que será.
Por si todo el circo que podéis encontrar al final de la calle del infierno con tres payasos jubilados y dos domadores mordidos fuera poco, al salir te encuentras con la tómbola de siempre que te intenta vender las dos últimas tablillas aunque bien sabes que quedan muchas por vender. La formación, dicen, será para aquellos que tengan números para la tómbola, los que no tengan no podrán disfrutar de este fascinante mundo de programaciones concatenadas de criterios, indicadores, perfiles por áreas y todo un léxico que no te atrapa porque los últimos dos euros los echaste en aquella grúa que tú ya sabías que no iba a coger nada bueno.

¿Qué es lo que pasa?
Hay que avanzar y estamos siempre en el mismo sitio con la sensación de ir para detrás. 
Ay la imaginación. Qué difícil, que difícil.
De pronto llueven gusanos
como cuerdas que te atan de pies y de manos.
Yo no comparto la espera
ni el milagro que no lleve mi esfuerzo.
Y luego viene el cansancio
y el hastío de los muertos que andan.
Me vienen estas frases del gran Carlos Cano y el camarero de la caseta me señala un cartelito.
¡Qué descorteses se han vuelto los camareros en estas ferias oníricas de la Lomce. Todo había sido un sueño, un mal sueño, eso sí. Y con resaca.

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