
Yo era por aquel año 76 un enamorado de la música de Carlos Cano o Pablo Guerrero y él de Quilapayun, Silvio o Pablo. Uno de sus préstamos fue EL FINAL DEL VIAJE de Silvio y CON LA AYUDA DE TODOS, de Joaquín Carbonell. En aquellos años el tocadiscos giraba en mi casa todo el día. Muerto Franco íbamos de Labordeta a Lluis Llach pasando por Paco Ibáñez. A mi padre no le gustó el disco de Silvio y decía que era un escándalo que se metiera con la iglesia. Mi madre, pensando que era por la Beata del Carbonell, le quitó hierro. La canción que molestó a mi padre no era la beata, era la familia, la propiedad privida y el amor.
Hoy, con estas casualidades que tiene la vida y en esta semana, me he encontrado con carpeta abierta y practicamente nuevo este disco de Silvio. Y me acordé de Silvio, de Antonio, de Joaquín, de Lluis y, especialmente, de mi padre.
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