¿Cabrá en ese agujero la angustia del padre de familia sin trabajo que recibió durante seis meses cartas para embargarle su piso?
¿Cabrá en ese agujero la rabia de aquella universitaria que ha visto tras cinco años de paro ver frustradas sus ilusiones?
¿Cabrá en ese agujero el ajuste miserable en sanidad que obliga a los enfermos de diálisis a trasladarse cien kilómetros tres veces por semana?
¿Cabrá en ese agujero la contrarreforma educativa que nos conduce a una ratio de hace veinte años?
¿Cabrá en ese agujero la soledad de un sin techo que ha visto perder su empresa, su familia y refugiarse en la bebida?
¿Cabrá en ese agujero la pena del parado que no puede comprar unos reyes a su hijo?
¿Cabrá en ese agujero el insomnio del interino que ve cerrarse las puertas del trabajo?
Y la respuesta es NO. En ese agujero solo cabrán las pensiones millonarias y los acuerdos vitalicios aprobados por unos pocos para desgracia de muchos. El ansia millonaria del capital.
NO CABRÁ. NO CABRÁ. NO CABRÁ. NO CABRÁ. NO CABRÁ. NO CABRÁ. NO CABRÁ.
CABRONES
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