Como no me gusta discutir con los idiotas porque es difícil caer tan bajo, he querido hacer un cuento para una ilustración que me mandó un amigo de una gran ilustradora: Mercedes.
No se trata de demostrar lo largo que son 300 minutos, solo he querido asumir el reto de haceros ver que una imagen de Mercedes vale más que mil palabras.
Erase una vez que se era una maestra muy preocupada por su
trabajo y por atender muy bien a sus 25 muchachos y muchachas.
Niños y niñas de seis años que aprendían a leer y por eso ella
había estado toda la tarde anterior preparando la clase con carteles de sopa,
fantasma, tomate, dado y muchas más.
Un cartel de la letra U con un hermoso racimo de uva estaba junto a la
pizarra. Unas cuentas en la pizarra hacían suponer que durante un buen rato las
matemáticas habían sido parte del trabajo de estos niños y niñas.
En primera fila Victor, Andrea, Claudia y Cristina. Un
alumno y tres alumnas preciosos y divertidos que harían las delicias de
cualquiera durante un ratito, pero que acompañados de veinticinco y durante
cinco horas acaban con las energías de la seño.
La Seño se había preparado muy bien su clase para no caer en
la monotonía. Comenzaron hablando de las mil y una cosas que viven cada día,
habían estado un buen rato leyendo y después escribiendo frases sobre las
vacaciones de verano que ya se acercaban. Ese fue el momento más tenso de la
mañana porque Manolito, un niño triste que se sienta detrás de Andrea, empezó a
llorar porque su madre le había dicho esa misma mañana que este año irían menos
a la playa porque papá se había quedado en el paro. Menos mal que la Seño fue a
consolarlo y le dijo que para pasarlo bien no hacía falta ir a la playa.
Manolito se tranquilizó un poco y ya no volvió a llorar, aunque su cara triste
tenía ahora un tono de pena mayor.
Sonó el timbre y empezaron a trabajar las mates. Las mates son la asignatura que más odian los
niños pero la seño las da de una forma muy divertida porque se prepara en casa
muchos juegos y canciones para que todos participen. Hace muchas preguntas para
la cabeza y no le gusta que los niños usen los dedos para contar. Los niños se lo pasan muy bien pero cuando
terminan, la seño parece especialmente
cansada. Sin embargo los niños han cogido energía, sin duda de la pobre
Seño, y ya empiezan a hablar entre
ellos, a gastarse bromas, a enfadarse, en fin, a hacer las cosas de niños que
tan propias son para ellos y que tanto cansan a los adultos. No hay más que
estar con uno para descubrirlo ¡cuánto más con veinticinco!
Otra vez suena el timbre y los niños saben que este es el
que les dice que ya el recreo está cerca. Muchos ya van teniendo la fatiguita
propia que tienen los niños que no han desayunado nada y su cuerpo no da para
mucho más. Las prisas de mamá por la mañana obligan a salir corriendo con solo medio vasito de leche y muchas
mañanas ni eso. Los que han terminado las mates se van a coger un libro y leen
un ratito en silencio, aunque en la clase empieza a hacer calor y el ruido no
deja concentrarse y la falta de concentración provoca más ruido. Todo es como
una bola ardiente que gira en el espacio de la clase. Luis, Ramón y Genoveva ya
no aguantaban el pipi y salieron al baño pero allí se encontraron con otros dos
o tres de la otra clase y el agua sale por el intestino delgado del lavabo. La
seño ha ido corriendo a avisar al portero y casi se cae por las escaleras.
Por fin suena el timbre del recreo y los niños se comen el
bocata. Cuando ya se lo han comido
siguen en el recreo pero ya termina el recreo de la seño que tiene que ser
árbitro de pequeñas disputas infantiles que no dejan de ser una gran pesadez.
- - Seño, la
Jessi no quiere jugá conmigo.
- - Es que ma llamao gorda.
- - Seño, la Luisa ma tirao er zumo por lo arto.
- - Mentira seño, es que se ma resbalao al meterle
la pajita.
- - Seño, allí se están peleando el Luis y el Ramón.
- - Seño, me duele la barriga ¿puede llamá a mi
mamá?
Casi con alivio la seño comprueba que suena
el timbre. Son las doce de la mañana y ahora comienza ese tiempo de trabajo
lento y pesado porque los niños ya están cansados y tienen menos ganas de
trabajar.
Ella lo sabe y a fin de exprimir la mañana
reparte unas témperas y colorean una ficha de conocimiento del medio en
grupo. De pronto, en uno de los grupos, una niña empieza a llorar porque otra niña le
ha metido el pincel por la oreja. La seño se acerca para regañarle pero no le
da tiempo a llegar porque en otro grupo han volcado un vaso de agua y hay que
avisar otra vez al portero para que deje la fregona ¡con el genio que tiene es
hombre!
-
Y ahora,
muy despacio, vamos a colocar todas las fichas en ese rincón para que se sequen, dice la seño.
Pero dieciocho niños se levantan en tropel
y en el tumulto más de cuatro camisas quedan manchadas. Seguramente a las dos,
piensa la seño, se las tendrá que ver con alguna madre enojada.
Por fin suena el timbre de la una. Ahora tienen Educación Física
Entra en la clase el Jefe de Estudios para
decirle a la seño que el profesor de Educación Física se ha lastimado una
falange de la mano derecha y que ha tenido que irse a hacerse una radiografía.
La decepción de los niños es grande, pero
más aún la de la maestra que ya había agotado toda la energía que tenía para
esa mañana y había entrado en la reserva. Cansada, exhausta casi, reparte unas fichas de colorear.
En su semiinconsciencia observa como una
nave espacial aterriza en el patio del colegio y lanza un brazo de color rojo
que la rodea por el talle.
Feliz se deja abrazar y su cara refleja una
gran felicidad. Abducida y feliz se deja llevar.
¿A dónde? No importa dónde.
DIBUJO DE MERCEDES BECERRA |
¡Qué largos se hacen 300 minutos! Los últimos cinco son eternos, eternos, eternos...
La
seño mira el reloj y siempre son las dos menos cinco, vuelve la mirar y
son las dos menos cinco. No, no es que el reloj esté parao, es que el
tiempo en en esos cinco minutos se estira como un chicle pisao o como
una secuencia de la peli de Matrix. Pero un día, ¡Bendita impuntualidad
marciana! llega la gente de Marte un lunes y se lleva a la seño volando.
La
seño se deja llevar con una sonrisa de oreja a oreja, y mientras se va
elevando inicia una cuenta atrás: "25, 24, 23, 22, 21... y poco a poco
se va olvidando del día que le han dao: Fularraulito, porque nació
"bautista" y no ceja en su empeño de cortarse las pestañas, Zutalvarito
que le pregunta con preocupación: "¿Zeño, burro ze
escribe con b de burro?", o Mengalaurita que no se calla, no se calla,
no se calla porque su madre la nació "con ese torrente de voz" y viven
orgullosas de ese talento madre e hija.
¿A dónde va la seño?
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